Tenemos la curiosa tendencia inconsciente a mirar a nuestros pequeños hijos como si fuesen adultos y por lo tanto a esperar de ellos a veces, comportamientos de adultos. Quizás sea porque no soportamos tanta inocencia ni tanta transparencia. Es demasiada Luz para nuestros cansados ojos nublados por la miseria humana, por la desconfianza, el miedo y cuanta emoción tóxica hayamos implantado en nuestra alma.
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En esa lógica, hemos llegado a pensar que nuestros hijos son verdaderos monstruitos dotados de una particular característica: hacernos colapsar y manipularnos cual psicótico que genera estrategias truculentas para engañar a su prójimo.
Pensar que nuestros pequeños nos manipulan es una fantasía propia de mentes que esperan lo peor del mundo y caminan con desconfianza por la vida. Los niños son incapaces de tramar estrategias fríamente pensadas para manipularnos. El hecho de que un niño llore no significa que desea conseguir de manera truculenta las cosas, llora porque algo necesita. Y su llanto no puede ser más genuino. Cuando un niño llora debemos atenderle pues significa que lo está pasando mal, está sufriendo. El llanto no es solo una forma de comunicación como suelen plantearlo ciertas corrientes de crianza, instalando de paso la creencia que tenemos frente a nosotros pequeños y racionales monstruos manipuladores.
Paul Ekman, un notable psicólogo inglés, ha desarrollado un modelo interesante para descubrir las mentiras que los seres humanos decimos contrastando lo que se dice con las emociones que invariablemente aparecen al mentir y que se manifiestan a través de gestos y micro expresiones en el rostro. Lo anterior es válido en el mundo de los adultos pues los niños, no son capaces de disimular mentiras y por lo tanto sus infantiles rostros son transparentes frente a lo que sienten, definitivamente están en una situación de disconfort.
Si un niño se entristece y hace “pucheros”, es algo real. Algo está ocurriendo en el que se manifiesta la emoción sin tapujos. Lo mismo ocurre con el llanto. El llanto en un niño denota dolor, deseo de estar con la madre, hambre de leche materna o simplemente contacto, voluptuosidad materna. Sin embargo es común escuchar aquello de “ten cuidado porque hará lo que quiera contigo”, o “déjalo llorar para que se acostumbre a estar solo”, o el típico “te está manipulando con su llanto”.
Maquinamos historias en nuestra mente que nos hacen creer que nuestros pequeños están dotados de artilugios propios de los adultos y en realidad lo único que nuestros pequeños quieren es presencia materna y lo único que entregan es amor. Ellos son lo más genuino que hay, por lo tanto cabe preguntarse si no será un pedido desplazado el que hace que el niño lloré, patalee o haga una rabieta, pero eso lo hace no para manipular sino para mostrar su sentir genuino de dolor, tanto nos pidieron algo y no se lo dimos en su momento que después el niño lo manifiesta con todo su pequeño cuerpo.
No veamos en los demás aquello que es propio de nuestras mentes nubladas por el paso del tiempo y las experiencias en donde hemos aprendido que el mundo es peligroso y las personas, en tanto puedan hacerte daño lo harán.
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