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Carta de una mamá: “Hola ira, no recuerdo haberte invitado a mi casa”

¿Qué hubieras hechos tú?

¡Toma nota!

Muchas veces tenemos discusiones que nos hacen perder nuestro centro y tener reacciones que no esperamos que podemos tener. Bueno, a los niños les pasa lo mismo. La frustración y la ira son sentimientos muy fuertes y que les cuesta mucho controlar.

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Nos encontramos con esta carta que le escribió una mamá a su hijo después de que, luego de una discusión al pegar un portazo, el espejo de la puerta se rompiera en mil pedazos.

Acá la emotiva carta

“Este era mi pasillo el pasado miércoles: roto, afilado y traicionero. Así estaba.

Fue mi hijo quien lo hizo. A veces, o muy a menudo en realidad, las cosas se rompen irreparablemente, y te dejan sin aliento… en ese instante.

A mí se me cortó la respiración cuando mi hijo irrumpió en el baño, frustrado, enojado y harto de sus propias (y muy importantes para él) razones. Momento en el que decidió cerrar de un portazo la puerta del baño, provocando que el pesado espejo de la entrada cayera al suelo, rompiéndose en miles de pedazos.

Me quedé callada. Observé el daño y respiré profundo. Saqué al perro fuera para que no se cortara las patas y puse al gato en el sótano por la misma razón.

Salí al patio trasero y sentí mis cálidas lágrimas deslizándose por mi rostro. Es increíble lo solos que nos podemos sentir los padres solteros en momentos como este. Me di cuenta también de lo asustada y decepcionada que me sentía. ¿Realmente ha pasado esto? Sí, era real.

Mientras estaba de pie considerando si esto era un indicativo de su carácter y desarrollo, escuché su llanto a través de la ventana del baño.

Su alma estaba dolida, entonces supe que él tampoco esperaba eso. “Hola ira, no recuerdo haberte invitado a mi casa”. Y lo imaginé asustado, avergonzado y preocupado.

Respira profundo, mamá guerrera, respira profundo, me dije a mí misma. Esta pequeña y frágil alma te necesita ahora. Te necesita en tu mejor estado y con tu mayor compasión. Tu más gentil, suave y firme amor. Tu seguridad de madre. Respira profundo de nuevo y vamos mamá.

Ve y ve ahora. Abre la puerta de la entrada, esquiva los cristales rotos, escúchalo mientras nota que te acercas, mira por la rendija entreabierta abierta de la puerta del baño. Mira la cara que más amas en el mundo roja de preocupación y húmeda de llanto. Su voz de repente suena tan pequeña: “Mamá, no lo volveré a hacer, lo siento tanto”. Más lágrimas, más llanto. Tanta incertidumbre en su dulce rostro.

Ve mamá, tómalo y ponlo en tu regazo. Sí, también estás llorando. Maldición, esto es importante. Sujétalo fuerte. Mira cómo se hace pequeño en tus brazos rápidamente. Mira qué dispuesto está a que le quieras y le des seguridad. Mira qué pequeño es todavía. Mira lo frágil que es su espíritu.

Te quiero. Estás a salvo. Estoy justo aquí. La peor parte ya pasó. Te quiero.

Háblale de la ira. Díselo ahora. La ira es un sentimiento muy poderoso. Tienes derecho a sentir ira, pero la ira quema. Puede purificar, pero también puede destruir. Él lo afirma, lo siente, él acaba de conocer la ira.

Hay una mejor forma de demostrar tus sentimientos.

Vamos a trabajar en esto juntos… mañana.

Estoy aquí para ayudarte.

Estás seguro.

No estarás nunca solo en tu ira.

Nunca estarás solo con tus miedos.

Estoy aquí. Estamos aquí juntos.

Ahora limpiaremos juntos.

Y así limpiamos los trozos rotos. Barrimos y aspiramos. Fue un trabajo silencioso, fue cuidadoso. Fue un trabajo reflexivo.

A veces las cosas se rompen. Algunas veces las rompemos. No es la ruptura lo que importa sino el cómo y por qué. Lo que importa es cómo elegimos responder a este hecho. ¿Esto nos daña? ¿Nos empuja a una espiral descendente de culpa y castigo?

¿O nos ayuda a recordar cómo amar más profundamente? ¿O nos empuja hacia la compasión por encima de lo “correcto” e “incorrecto”, hacia el amor?

Sí, amor.

Ve mamá. Ve ahora. Toma a este bebé tuyo y enséñale esto. Enséñale esto, vive esto. Se llama amor. ¡Ahora, ve!”

Visto en Mujer y Punto

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