Para ella, un vaso de agua, darse un chapuzón en una alberca, bailar bajo la lluvia o caminar en la playa con las olas bajo sus tobillos puede resultar peor que el polen o una picadura de abeja, Rachel Warwick es alérgica al agua, «ese tipo de cosas son el infierno para mí.»
Su situación es tan complicada que incluso, su sudor le causa salpullido, «la reacción me hace sentir como si acabara de correr una maratón. Me siento agotada y tengo que tomar asiento por un buen rato», explica Rachel quien también debe evitar llorar pues sus lágrimas provocan que se hinche su rostro.
Su alergia es conocida como urticaria acuagénica, la sensación que provoca es similar a la que tienen las personas alérgicas al polen en los ojos y estornudos, junto a una sensación intensa de hormigueo.
Para suerte de Rachel el problema sólo se manifiesta en el exterior de su cuerpo cuando el agua entra en contacto con su piel. Con esta condición, Rachel evita sudar así que el ejercicio no es su prioridad.
Para Rachel un vaso de leche es mejor que un vaso de agua y su marido la apoya en sus cuidados.
Se calcula que esta enfermedad sólo afecta a 32 personas en todo el mundo, lo que ha hecho complicado encontrar un tratamiento de bajo costo, especialistas proponen uno que costaría mil dólares al día y que no ha sido comprobado como cura al 100%, así que la opción viable para aminorar los efectos es tomar antihistamínicos y evitar el agua.
¿Qué es lo que pasa con esta enfermedad?
Falta información al respecto, pero la conclusión a la que llegan los expertos es que cuando el agua entra en contacto con la capa externa de la piel, que está hecha de células muertas y con la sustancia aceitosa que la mantiene hidratada, produce una reacción negativa pues la piel liberaría compuestos tóxicos y se generaría una reacción inmune.