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Un tipo de elaboración de energía en el que TODOS podemos contribuir

Necesitamos más ideas así

¡Aprovechemos todo!

Es muy importante encontrar nuevas formas de producir energía cuidando el planeta y aquí te compartimos una forma en la que TODOS podemos participar porque es gracias a los desechos sólidos de nuestro cuerpo. Sí, como leíste: nuestra popó.

Aunque es normal que nos llene de alegría ver que se retira de nuestra vista…

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Te presentamos razones poderosas para desear conservarlo momentáneamente y aprovecharlo para producir energía.

No nos volvimos locas, hay mucha ciencia detrás de esto y te prometemos que sonará menos asqueroso de lo que te imaginas.

Primero hay que decir que en promedio los seres humanos producimos entre 100 y 250 gramos diarios de excremento que a su vez está compuesto de 75% agua y 25% bacterias tanto muertas como vivas, revestimientos celulares, sales, grasas, proteínas, fibras y moco liberado de los intestinos (¡wuacala! OK… esto sí es asqueroso).

Pero vamos a la parte científica:

Si se secara el excremento para hacer posible su quema, preferentemente al sol para no elevar gastos, en 250 gramos de popó tendríamos poco más de 60 gramos de materia sólida deshidratada, lista para ser quemada y aprovechada.

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Gracias al proceso digestivo, los carbohidratos que consumimos en nuestros alimentos terminan su ciclo en nuestro propio cuerpo en forma de glucosa o almidón, mientras que la fibra no puede ser digerida y abandona el cuerpo en forma de excremento… ¡ahí está nuestro combustible!

En números, la cantidad de fibra que podría presentarse en nuestra popó es de 18 gramos. Si tuviéramos un páncreas capaz de transformar las fibras dietéticas en moléculas de azúcar, tendríamos casi 20 gramos de glucosa que podrían actuar como energía térmica y generar por gramo 14.2 kilojoules. Por cada 250 gramos diarios de popó tendríamos 255.6 kj de energía, imaginemos un proceso que pueda reutilizar la fibra que se encuentra en nuestros desechos para generar energía que llegue a nuestros hogares.

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Aunque este método no se ha podido llevar a cabo debido a algunos inconvenientes como el alto costo y la contaminación aérea que podría causar, ya existe un método que se está efectuando con base en biogás, compuesto por dióxido de carbono y metano que se obtiene gracias a la descomposición de materia orgánica causada por microbios que, entre otros usos, puede ser utilizado como energético, para generar calor y electricidad.

Lo importante de estas ideas es que se están buscando soluciones a problemas reales que además de ayudar a cuidar el medio ambiente y ahorrar en costos puede mejorar las condiciones de vida de poblaciones rurales.

Así que, dejando ascos de lado, nuestro organismo tiene el potencial de generar energía y eso es sorprendente.