Esta reflexión es real, soy una mujer que no necesita un hombre, sin embargo, elijo compartir mi vida con alguien.
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Yo no necesito un hombre, pero quiero…
No necesito, deseo…
No necesito pero sí decido, elijo y espero compartir mi vida con una persona que tenga mis mismas ganas de disfrutar de algo estable.
De tener una relación inteligente y próspera en la que el principal objetivo sea ser felices por separado y en unión.
No necesito de una compañía, porque de la necesidad nace el apego y la dependencia.
Sin embargo, quiero compartir con una pareja, quiero tener alguien a mi lado a quien impulse a crecer.
Deseo dar y recibir apoyo, amor, comprensión, respeto.
La vida me ha enseñado a que yo solita puedo darme lo que me hace falta.
Ha aprendido que está en mis manos mi sentido del humor, mi estado anímico, mis ganas de vivir a pesar de las pruebas difíciles.
No habrá hombre o mujer que me «rescate» pero sí habrá quien se siente conmigo en silencio dándome sólo en su compañía un alivio de vida.
Y no es que no me guste la soledad, la disfruto mucho, pero me gusta el bullicio, las risas compartidas, la complicidad dentro y fuera de la cama.
No soy una damisela en peligro, no necesito que me cambien la llanta del carro, porque si no puedo hacerlo yo, veo cómo lo resuelvo.
Así que si decido abrirme a la compañía de alguien, es porque realmente deseo una relación sana en el que elija cada día, estar ahí, ser de ahí.
Compañía por elección, no por necesidad…
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