La relación con mi exnovio era una para los guiones de película, así que me parece pertinente empezar contándoles por qué superarlo fue algo que requirió más de un intento.
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Nos conocimos cuando nos presentó un amigo en común, salimos en dos ocasiones, pero no había tanta conexión. Este error en la matrix se lo atribuyo a la falta de confianza y pena que sentimos en esas dos citas. Cada quién siguió con sus vidas, yo tuve una breve relación fallida, y nos volvimos a encontrar en un antro. Resulta que sólo nos falta un poco de alcohol para perder esa pena. Al cabo de unos meses empezamos una relación seria y la vida nunca pudo haber estado mejor.
Claro, teníamos nuestras discusiones como cualquier pareja, pero teníamos una dinámica increíble. Muchas veces sabíamos lo que el otro estaba pensando con sólo una mirada, conocíamos a los actores de películas indie más raros que te puedas imaginar y nuestras bibliotecas de iTunes eran casi idénticas. Yo estaba segura que él era el indicado, así que descuidé los detallitos que amenazaban levemente la relación.
En sí no fue problema presentarnos con nuestros amigos, ya que nos llevábamos bien con todos. Pero él contaba con un par de personas en su vida que era claro no les podía importar menos nuestra relación. Cada vez que salíamos con ellos, se aseguraban de recordarle lo bellas que eran sus épocas de soltero y nunca logramos congeniar en algún tema de conversación. Yo se lo hacía notar, pero él lo desechaba como simple falta de conocerlos.
Poco a poco caímos en un juego en el que yo me ponía celosa cuando salía con ellos y en el que él dejó de ser tan atento conmigo, hasta que después de peleas que ya escalaban a los gritos, decidimos separarnos. Habíamos durado poco más de dos años. En los siguientes meses, llevamos la fiesta en paz, saludándonos en eventos que teníamos en común y hasta llegué a tener otro novio. Todo esto sin saber que por dentro seguía enamorada…
(continuará en la parte 2).
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