Decides seguir sin mí y sólo puedo decirte que: «Ojalá que lo que estás buscando, valga más de lo que estás perdiendo».
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Es duro aceptarlo, pero es mi realidad, tus últimas palabras fueron que ya no querías estar conmigo y que no querías lastimarme al quedarte a mi lado sintiéndote infeliz.
Me quedé helada, para cuando pude hablar mis lágrimas lo habían dicho todo.
Confesaste que tenías ganas de vivir más, de conocer más del mundo e incluso enamorarte de otra persona que te pusiera todo de cabeza.
No pude pedirte que te quedaras porque hubiera ido en contra de mí y porque te veía decidido.
Habíamos estado juntos muchos años y apenas uno viviendo juntos.
Cuando pensé que era el mejor momento para nosotros, me abriste los ojos para decirme que te ibas.
Mi corazón se encogió, mis rodillas temblaban, las manos lo hicieron cuando noté que ya tenías tus maletas hechas y que sólo esperabas que volviera del trabajo para despedirte.
No había más lucha, no había otro final. Te irías.
Me diste un abrazo, un beso en la cabeza que sentí como un alfiler llegando hasta lo más profundo de mi corazón.
Entonces mi voz encontró valor y dije:
«No entiendo nada, ¿por qué me lo dices hasta ahorita ya para irte? Porque no me dijiste que algo no estaba funcionando, no estás dando oportunidad de nada».
Él espero un poco antes de contestar que lo sentía.
Me dio sus llaves, agarró su mochila y 2 maletas y se fue.
Lloré esa noche y muchas que le siguieron, él ya no volvió a buscarme, yo ya no volví a buscarlo.
Ahora, cada que pienso en él, después de unos meses de su ausencia, pienso en su rostro y digo en voz alta:
«Ojalá que lo que estás buscando, valga más de lo que estás perdiendo».
No sé si sea otra mujer, más experiencias o ganas de comerte el mundo, pero ojalá eso que tanto deseabas vivir, sí te llegue y te haga feliz porque sé cuanto vale mi amor y estoy consciente de todo lo que puedo entregar en una relación.
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