Después de una ruptura amorosa todo es más claro, nos damos cuenta de que perdimos tiempo tratando de crear al hombre perfecto. Sí, crearlo, pues creemos que eso es lo ideal…
Queríamos que nuestra pareja fuera todo lo que siempre habías deseado y más, sin embargo, erramos y debimos haber buscado a un compañero de vida.
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Aquel que estuviera dispuesto a trabajar día a día para que la relación mejorará y avanzará con el tiempo.
Sin embargo, a veces el “amor” nos ciega y nos hace creer que nosotras debemos complacerlo en todos los aspectos, para que así él nos demuestre su afecto y termine siendo el hombre que siempre quisimos.
No quiero a un hombre perfecto, necesito a un compañero de vida
Muchas veces la relación puede iniciar de forma “perfecta”, pero con el tiempo abrimos los ojos y descubrimos que nunca fue así.
Solo era la envoltura, pero el regalo no era lo que habíamos esperado. Permitimos que nuestras expectativas dieran rienda suelta e imaginaran cosas que nunca fueron.
Queríamos una relación increíble, maravillosa y única, pero lo que conseguimos fue más de lo mismo.
Poníamos todos los huevos en la canasta y entregábamos nuestro tiempo, corazón, alma y cuerpo, el problema es que nunca recibíamos lo mismo.
Siempre nos preocupábamos en darlo todo y cubrir la falta de amor del otro e incluso la falta de nuestro amor propio.
Nos preocupamos por tener al hombre perfecto a nuestro lado, pero no nos ocupamos de tener un compañero de vida.
Ese hombre que desee luchar por su felicidad, por construir un amor sólido y un futuro juntos, aquel que no le de miedo amar en las buenas y en las malas.
Por esto, es importante dejar a un lado las grandes expectativas y comencemos a buscar un compañero de vida que sí se atreva a amar con defectos, enojos, problemas y malas rachas.
Lo mejor es tener un compañero de vida que salga al quite en los días malas y que celebre los buenos. Pues si seguimos esperando un hombre perfecto, nunca lo encontraremos.
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