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Eres lo que quiero pero no lo que necesito…

Y, es que, esa persona nos mueve todo...

Amor...

A veces pasa y ya me lo habían advertido, podemos encontrar el amor en una persona que nos llena el espíritu.

Nos despega los pies del suelo con sus besos y al caer la noche nos lleva a conocer le universo entero.

Una persona que nos hacen sentir amadas, que nos inspira a seguir adelante, que nos impulsa a dejar atrás el pasado.

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Quiero, merezco y necesito un hombre que me ame a diario…

Llega con todo, fuerza, ganas, metas, viajes, deseos…

Es lo que siempre pedimos, lo que siempre quisimos, pero qué triste nos pone el destino cuando nos damos cuenta de que no es lo que necesitamos.

Porque no siempre es lo mismo, no es lo mismo lo que queremos y lo que necesitamos.

Encontramos a una persona con la que podemos ser nosotras mismas, para bien y para mal

Pues nos conecta con el mundo y con nuestro interior de la forma más pura y transparente.

Tanto así que surgen a su lado los episodios más terribles.

Aquellos que nunca imaginamos, aquellos que nunca deseamos.

Y, es que, esa persona nos mueve todo…

Se convierte en alguien que nos pone vulnerables.

Que tiene tanto peso en nuestra vida que si no lo manejamos, puede caernos encima.

No es que amarlo sea malo, quizá sea lo mejor que nos pase en la vida, pero también debemos de afrontar que estamos poniendo en riesgo nuestra voluntad.

Pocas veces en la vida nos encontramos con la magia de dar con alguien que es nuestro perfecto complemento.

Ser 2 personas enteras que fusionan su amor en un solo corazón.

Pero, a veces, nos toca abrir los ojos y entender que eso no siempre es lo que necesitamos…

Que el amor nos pone volátiles, sensibles, vulnerables.

Eso no siempre es sano y no siempre acaba bien…

Quizá lo que necesitamos y lo que queremos nunca llegará a nosotros de la forma en la que lo imaginamos y nos toca seguir intentándolo o alejarse por la paz.

El reto está en saber distinguir el momento en el cual es mejor dejar de intentarlo y terminar por la paz mental de los 2.

Sí, siempre podríamos preguntarnos si dimos «lo mejor»…

Si no nos cansamos demasiado pronto de estar ahí, pero cuando se ama y se tiene que dejar ir, siempre es mejor hacerlo con certezas.

Con la seguridad de que ya no hubo más remedio, de que se agotaron las opciones, de que no se pudo más.

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