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En mi tristeza más profunda encontré lo fuerte que soy

Entendí que esto también pasaría...

Volví a vivir

No es nada fácil expresar todo lo que hay adentro de mi atormentado corazón, y no por el hecho de querer conservar sólo para mí los oscuros sentimientos que ganaban territorio, sino porque no tenía ni las palabras para poder decir o escribir lo que había estado sintiendo.

Sí, perdí mucho en poco tiempo y doblé los brazos por unos días que fueron una eternidad, pedí vacaciones en el trabajo y me escondí en mi casa aprovechando la soledad.

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No recuerdo cómo fue pero sé que durante una semana no salí para nada, no me faltó comida porque casi no comía y cuando te preguntan por Whatsapp si estás bien, no pueden verte la cara inexpresiva que disfraza con «sí, todo bien gracias».

Podría explicarte con detalle todo lo que me pasó para que yo entrara en ese episodio de melancolía, dolor y desinterés, pero eso no tendría sentido, pues tus problemas pueden ser distintos a los míos y puedes estar sitiendo exactamente lo mismo que yo, así que ¿para qué preocuparnos por el origen si lo que importa es el resultado?

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Fue una etapa dura, de sentir el fracaso en cada poro y ver miles de lágrimas inútiles hincharme los ojos y desinflar mi corazón, sin embargo, algo dentro de mí cambió.

Aún no entiendo qué fue pero estoy segura de que es algo similar a lo que le pasó a Liz Gilbert en Comer, Rezar y Amar, cuando llorando en el baño escuchó una voz que la tranquilizó y le dijo «Vuelve a la cama, Liz».

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En un estado en el que estaba mudándome de la desesperanza a la ansiedad, dejé de llorar, es como si mi piel se hubiera más gruesa y mis huesos se sintieran con una nueva seguridad de estar plantados en este mundo con el propósito de estructurar un ser que había perdido el sentido de vivir.

Mi cuerpo llegó a su límite, poca comida, mucho desgaste, mal sueño y los nervios en crisis, mi cuerpo no se quebró, al contrario, contagió a mi alma de fortaleza o quizá mi alma fue la que le puso a mi cuerpo un ALTO.

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Dejé de llorar, y de pronto sentí ganas de salir a la calle, de ver a los niños jugar en los parques, de ver las copas de los árboles moverse al ritmo que el viento cantaba y de ver al par de viejitos que alimentaban a las palomas afuera de la iglesia de la colonia.

Esas imágenes cotidianas me devolvían a la vida, sin familia cerca, sin pareja, sin amor propio, eran mis recuerdos y la fortaleza de mi alma, quienes me hacían ponerme una bata y salir con chanclas a tomar el sol.

Así, en mi tristeza más profunda encontré lo fuerte que soy, corrijo, encontré lo fuerte que puedo ser si me lo permito.

Apenas recuerdo que lo único distinto que hice antes de ése cambio en mi interior fue pensar, que estaba tan cansada de sentirme mal que ya no quería sentirme así y lejos de atentar contra mí, se manifestó la esencia de mi fuerza, quizá sea ésa que se atreve a dar consejos a mis amigas, la que consoló a mi ex cuando perdió a su padre, o la que regala un pan al necesitado.

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Creo que después de lo que pasé, puedo soportar cualquier cosa, porque estoy conciente que siempre habrá problemas y que la vida no es perfecta, pero teniéndome a mí y siendo fuerte, podré superar cualquier cosa y sobre todo, agradecer que puedo tener un día más para vivir.

Permítete ser fuerte, evita cansarte de tus lágrimas, no lleves al extremo la tristeza ni pongas en riesgo a tu persona, vive tu dolor y sánalo con la vida, con la ilusión de que lo malo pasará y todo, pronto, estará mejor.

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