advertisement advertisement
Buscar
  • Escribe al menos 3 letras para buscar.

No obliguemos a nuestros hijos a saludar a otros: Esto lo explica

Esto tómalo en serio

Encontramos en una página de Facebook un post que nos pareció maravilloso para explicar por qué no debemos obligar a nuestros hijos a saludar a otros.

Te puede interesar

5 formas en las que un hombre que te ama te consiente cuando están a solas

7 mensajes que harán que él te eche de menos y quiera correr a tu lado

No obliguemos a nuestros hijos a saludar a extraños o conocidos, démosles la libertad de manifestar sus emociones, su incomodidad o su apatía.

No sólo son etapas, es una forma en la que ellos representan su personalidad o, por qué no decirlo, su química con otras personas.

Incluso, pueden ser señales de rechazo justificado.

Este es el post:

Un hombre se sentó junto a mi hija en el autobús. El autobús no estaba particularmente ocupado, pero él eligió el asiento junto a ella.

Entonces mi hija se puso de pie y se acercó a mí. Tal vez no se sentía cómoda sentada con él.

‘Ohhh, no tengas miedo. Vamos, choca esos cinco’ dijo el señor.
Ella no quería hacerlo. Se volvió hacia mí y se negó. Le sonreí y luego mi hija y yo volvimos a nuestra conversación.

Advertisement

‘¿Estás esperando la Navidad?’, le preguntó el señor a mi hija.

Pensé que tal vez estaba solo, así que sonreí y respondí en su nombre. Intercambiamos las bromas habituales que la gente comparte en esta época del año. Un breve resumen de los planes de mi familia y el disfrute de la temporada.

No soy muy buena socialmente, pero trato de ser cortés y odio pensar que alguien esté solo en estas fechas.

‘¿El gato te comió la lengua?’, lo intentó de nuevo. Tocándole la barbilla a mi niña.

La sentí apretujarse en mi pecho. Tratando de fusionarse en mi cuerpo. Su lenguaje corporal gritaba STOP… pero él no estaba escuchando.

¿Por qué las personas hacen esto? ‘Ella simplemente no quiere hablar¡, le expliqué con firmeza.

‘¿Es tímida?’.

‘No particularmente. Simplemente no tiene ganas de hablar’, reiteré.

Empecé a contarle nuestros planes para la noche con mis hijos. A propósito lo saqué del tema.

‘Deberías enseñarle algunos modales. ¡Al menos debería ser educada!’ – dijo.

Lo miré. Lo miré y recordé todas las veces que la gente había ignorado mi incomodidad. Abuelos que exigieron abrazos.

Tías persiguiéndome para ‘robarme un beso’. Me hicieron cosquillas hasta que no pude respirar y fue muy lejos de la diversión.

Amigos de la familia que exigían que les hable o sonría. Extraños que exigieron monerías…

Recordé las veces que me llamaron maleducada porque no tenía ganas de hablar. Recordé todas las veces que me vi obligada a poner la comodidad de otras personas por encima de la mía.

Recordé la vez que un hombre en un boliche me llamó frígida porque lo aparté cuando quiso bailar frotándose sobre mi cuerpo.

Una “amiga” riéndose y diciéndome que estaba bien.

Que me relaje y baile con él. Simplemente se estaba divirtiendo inofensivamente…

Y el hombre era amigo de su novio ¿Quería arruinar su noche siendo mala onda?

Recordé que quería ir a casa pero sentí que no podía porque ofendería a mi amiga.

Recordé haber llorado más tarde porque me había sentido muy incómoda y atrapada toda la noche.

No es sólo una lección lo que le estoy enseñando a mi hija.

¡La comodidad y los sentimientos de mi hija son importantes!

No le debe nada a nadie… Y cuando se siente incómoda, no tiene que fingir que está bien para acomodarse al ego de otra persona.

‘Ella no ha sido descortés. ¡Ella no tiene porqué hablar!’, le dije al señor.

Luego me volví hacia mi hija y le hablé claramente para que ella pudiera escucharme y para que él también escuchara…

Hija, NO tienes que hablar con esta persona si no quieres. La gente NO puede hacerte sentir mal.

¡Puedes decirle que se detenga y si no escucha, entonces es él el que se equivoca y debes asegurarte de que él lo sepa!

Si la gente no te escucha, puedes gritar ¡Basta, ahora mismo! Déjame en paz y sigues gritando hasta que te escuchen.

El hombre farfulló y murmuró algo parecido a “otra loca suelta” o algo así. Y luego se cambió de lugar.

Me negué a prestarle más atención… Y con calma, continué nuestro viaje en paz.

Cuando pasamos junto a él para bajar del autobús, dijo en voz alta «¡Ya sé a quién salió!», lo miré a los ojos y respondí ‘Yo también’.

En este caso, la no interacción de mi hija fue con el señor agresivo del autobús.

Otra vez puede ser un pariente que no respeta sus límites. O un amigo de la familia que la invitó a hacer algo que sabe que está mal… Un día puede ser un hombre que no escucha cuando dice que no.

Quiero que sepa que tiene una opción.

Ella nunca tiene que quedarse callada para beneficio de otra persona. Ella es poderosa y puede decir BASTA. Quiero que sepa que Parar significa PARAR … Y no significa NO.

…Y si alguien se ofende por sus límites, ese es SU problema.

Conclusión:

Deja que ellos manifiesten si quieren o no, edúcalos, claro, pero también respeta que se sientan cómodos o no con las personas.

Recuerda que es mejor darles siempre la seguridad para que decidan sin presión qué personas estarán en su entorno.

Que ellos sepan que tienen derecho a escoger con quien interactuar y poner límites cuando algo no les agrade.

No obliguemos a nuestros hijos a saludar a otros, respetemos su percepción.

El post original lo vimos en la página de Facebook Una mujer de fe.

Síguenos en nuestras redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.

Advertisement