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Cuando el amor llega donde (y con quien) menos lo esperas

Y de repente todo cambia

Pensaba que sólo pasaba en las películas

«El amor llega cuando menos te lo esperas», «el amor llega cuando lo dejas de buscar», premisas fundamentales que nos invaden en libros, películas y canciones, pero siendo honestas, en la vida real es mucho más complicado poder esperar a que llegue una persona que quiera compartir junto a ti.

En las películas les lleva, máximo, dos horas encontrarse, enamorarse, perderse y confirmarse el amor para terminar en un final feliz, pero en la realidad, el guión es más complicado, los protagonistas no son personajes, somos seres humanos que queremos ser aceptados, amar y ser amados, todo un lío.

Bien, quise aclarar esto antes de contarles lo que me está pasando, porque durante muchos años he pasado por diferentes estados anímicos al respecto, pero parece que me ha funcionado eso de soltar para ganar.

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Desde que una persona se abre al amor, en la adolescencia o en la edad que tenga su primer noviazgo, se ondea la bandera de salida que anuncia un camino lleno de altibajos, curvas cerradas y rectas peligrosas, también hay riesgos de perderse, de equivocarse y salir a toda velocidad a buscar el último retorno, llega un momento en el que te detienes porque no sabes qué sigue, después de tanto bache y ver por el retrovisor lo que dejas atrás, entiendes que sólo queda CONTINUAR.

(No, no soy una aficionada a las carreras, pero considero que es una comparación necesaria y al final entenderán por qué).

Bien, pues me siento feliz de levantar la mano y decir, ¡me pasó, me está pasando, dejé de buscar y me encontró! Eso sí, jamás dejé de creer en el amor, sólo me retiré para volverme a amar a mí, finalmente me queda muy claro que nadie da lo que no tiene.

Estuve sola un año, aproveché para gastar mi dinero en mí, para volver a compartir con mi familia que son los que jamás se han ido y por supuesto, con ayuda de muchas personas y sobre todo de mi misma, volví a amar a la que me mostraba el espejo.

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Cuidé más de mí en todos los aspectos, incluso alejándome de quienes querían volver conmigo para darme lo que no pudieron hacer antes, pero dije: ¡no! Quiero mi felicidad y esa no se tiene a medias.

En ese año re-aprendí más de mí misma que en ninguna otra época, cerré ciclos, dije más de un adiós con la boca, mente y corazón, porque a diferencia de otras etapas, me puse primero a mí y a mi felicidad.

Nunca había estado soltera tanto tiempo, generalmente terminaba una relación y alguien aparecía un mes o dos después y comenzaba otra historia, aunque en esta ocasión no me faltaron candidatos, quise alejarme de eso, quise estar sola. El universo me ayudó, un cambio trajo mil más, entre ellos un nuevo trabajo y más posibilidades de viajar con mis amigos.

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Una noche, estando con mis amigos en Tepoztlán, Morelos, disfrutando de mi paz y mi felicidad con cerveza, música y risas, me llegó un mensaje del que fuera mi mejor amigo de la preparatoria, era casi media noche y sonreí al ver su «hola» luego de bastante tiempo de no saber de él, nos escribimos un poco y quedamos de vernos la siguiente semana cuando regresara a la Ciudad de México.

Nos vimos a los ocho días para tomar un café y para mi sorpresa fue un estupendo reencuentro, había olvidado lo agradable que era la convivencia con él y su hermosa sonrisa (bueno, esa nunca la olvidé). Platicamos de todo, del amor, del trabajo, de la salud, de metas por cumplir… nos faltó tiempo para ponernos al tanto de lo que había pasado en nuestras vidas luego de años sin vernos.

Esa noche me costó trabajo dormir, me había movido el tapete. Hubo una segunda cita y me gustó aún más, hubo una tercera cita y sentí miedo, me estaba involucrando, no lo podía creer, esperaba sus mensajes y que quedáramos de vernos nuevamente.

«¿Por qué justo cuando estoy bien conmigo, centrada, en equilibrio, sola, feliz, es que llega alguien a mover todo?»

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La respuesta es: Porque así debería de ser, ¿no? Estar enteros, seguros, imperfectos pero amados, listos para recibir lo que la vida quiera darte.

Para mi fortuna, ¡me pasó, me está pasando, dejé de buscar y me encontró! Llegó el amor cuando menos lo esperaba, con la persona que jamás hubiera imaginado y como menos pretendía, sintiendo todo del modo más genuino que te puedas imaginar.

Pude meter el freno, pude obedecer a mis miedos y seguir sola, pude dejar pasar de largo esta oportunidad, pero no quise, ahora pretendo hacer de este camino, un viaje, después de todo siempre es bueno viajar acompañados.

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