Hoy 8 de marzo se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer y tenemos una reflexión: Celebrar este día es absurdo.
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Es absurdo que exista el día de la mujer, simplemente porque todos somos una sociedad. Si queremos igualdad también celebremos el 19 de noviembre que es el Día Internacional del Hombre, ¿sabías que existía?
Sí, la mujer ha vestido mil luchas, fue a finales del siglo XIX que pudimos usar pantalón con fines laborales.
En nuestro país, apenas hace 66 años que pudimos ejercer el derecho al voto y aún existen países asiáticos que cumplen tradiciones como la mutilación femenina
Pero, ¿qué tanto nos favorece celebrar el 8 de marzo? ¿En verdad logramos algo en este día?
La respuesta es corta: NO.
Todos los días son los días de todos los habitantes de este mundo, mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales, trans, madres, padres, solteros, viudos, divorciados, dentistas, doctores, abogadas, ¡qué importa!
Todos somos iguales, entonces, ¿por qué hacer distinción con el día?
Cada persona es libre de entregarse a sus convicciones pero eso no significa que tengamos que seguir un día impuesto en el calendario.
Festejar este día no te hará más mujer ni más proactiva, no festejarlo no te hará menos buena persona.
¡Que hablen los hechos! ¡Que hable la educación!
Antes del género o roles de ello somos personas, tenemos la responsabilidad de luchar también por los derechos de los hombres.
No necesitamos un día para nosotras, necesitamos que día a día la sociedad; el gobierno, en todos sus niveles; las familias; los valores; se unan los 365 días del año a favor de la vida y la armonía.
Hagamos valer nuestros derechos pero también hagamos valer el de ellos, hombres, niños, comunidad LGBT, sin importar su oficio o estrato social.
Nosotros tenemos colores para sumarnos a estas causas, el morado y el anaranjado corresponden a diferentes movimientos sociales a favor de la mujer y está bien, ¡es respetable! Pero, ¿qué color tiene la causa de los hombres?
Hagamos una lucha congruente, si queremos igualdad, renunciemos a distinciones como el Día Internacional de la Mujer.
En los hechos diarios lo hacemos, nos fajamos los pantalones para trabajar hombro con hombro con las millones de personas que son el sostén de su familia, hombres y mujeres.
Somos mujeres pero no somos más que nadie, somos iguales y este día no vale si sólo nos involucramos hoy en la equidad y en los derechos, más no en las responsabilidades.
Somos responsables de nuestras decisiones y de la educación que formamos en casa, incluso de quedarnos calladas ante la injusticia.
Entendemos la causa y apoyamos a nuestro género, pero no es una celebración es un día que debe recordarnos a todos que somos iguales.
Si nos regalan flores o chocolates, no importa, el esfuerzo debe reflejar resultados en el día a día.
¿Queremos igualdad? ¡Hagámosla!