No sabemos ustedes, pero nosotras nos sentimos un poco abrumadas con la cantidad de trucos y secretos que encuentra uno en Internet para bajar de peso.
Aunque es súper divertido leerlos todos e intentar comer cúrcuma un par de días o agregarle jengibre a algo porque acelera el metabolismo, la verdad es que todos estos remedios suelen durarnos muy poco, y siempre terminamos refugiándonos en una dona o una rebanada de pastel para olvidar que somos incapaces de adquirir nuevos hábitos sanos.
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En los últimos años, muchos psicólogos han estudiado este efecto y el resultado son trucos y más trucos diseñados para «flojos», basados en la idea de que los humanos siempre elegiremos lo que nos cueste menos trabajo.
Y así nos encontramos con artículos que nos sugieren guardar la comida chatarra lo más arriba posible (para que te dé flojera bajarla, como si eso fuera un impedimento real), o planear tus comidas con anticipación para nunca salirte del régimen de salud, lechuga y pollo asado.
No ir al súper cuando tienes hambre, masticar chicle para controlar la ansiedad, no comprar galletas, no ponerle aderezo a la ensalada… Tantos y tantos trucos y secretos que uno termina agotada hasta de leerlos.
Lo interesante de todo esto es que la propuesta es mantenernos alejadas de situaciones de pecado (no comprar las galletas) para que no tengamos que poner a prueba nuestra fuerza de voluntad, porque sería prácticamente inhumano pensar que podemos controlar nuestros impulsos.
Muchos científicos en el mundo siguen investigando este fenómeno de flojera VS fuerza de voluntad, y según una publicación de The Wall Street Journal, acaban de encontrar un punto muy interesante: las personas tendemos a comer más comida chatarra si alguien nos la sirve, y comemos menos (y mejor) si nos servimos el plato nosotros mismos.
Esto lo encontraron después de una serie de 5 experimentos. En el primero, voluntarios que llegaron al laboratorio para otro estudio que nada tenía que ver con la comida, fueron expuestos a una mesa llena de comida. En algunos casos el snack que ofrecían eran cosas saludables como frutos secos o almendras, pero en otros ofrecían chocolates.
Los científicos notaron que, cuando el chocolate estaba servido o separado en porciones individuales, listas para comerse, la gente tendía a tomar una taza o un paquete, lo que fuera. Pero si el chocolate estaba dentro de un contenedor o bowl y tenían que servírselo, no comían. Sin embargo, no hubo diferencia alguna con la fruta seca y las almendras, no importó la presentación en la que estuvieran, hubo gente que tomaba un poco y gente que no.
La razón de esta discrepancia, según los investigadores, es que cuando alguien nos pasa un plato ya servido de algo que no debemos comer (comida chatarra), expiamos nuestra «culpa» a través de ese gesto, no somos nosotros los que comemos por gusto, sino porque alguien más nos ofreció. Le pasamos la responsabilidad de nuestra mala alimentación a un tercero. Algo sumamente humano.
Entonces, la conclusión a la que llegamos en HeyHeyHello. es que si tú tienes que servir el postre probablemente te sirvas menos a ti misma que a los demás, lo que nos permitiría comer un poquito menos calorías.
En tus próximas reuniones busca ser la encargada del postre, esto te dejará disfrutarlo con un poco menos de culpa, pero también podrás estar a cargo de las porciones y, sabiendo que los demás te culparán a ti de sus calorías, sírveles menos.
Este tip sigue estando en el orden de las cosas que las personas flojas solemos hacer, pero por lo menos nos da permiso de comer esa rebanadita de chocolate.
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