Reflexión: Él era el hombre perfecto para mí, pero yo no pude amarlo
Por respeto a mi presente y al tuyo, no diré tu nombre, te llamaré «mi mejor ex».
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Él era perfecto para mí, me cuidaba, me procuraba, me hacía reír hasta que me doliera todo, me acompañó en los momentos más oscuros de aquella etapa.
Su voz sonaba que estaba pendiente de mí, y nunca ponía excusas para verme. Siempre dispuesto y siempre noté que cuando llegaba sonreía al verme, incluso, era evidente que cuando nos íbamos a ver, se arreglaba más de la cuenta.
Como amigo, mi mamá lo conoció y la cautivó… Recuerdo que mi mamá me lo advirtió primero, «ese muchachito te quiere más de lo que crees».
¡El tiempo lo confirmó!
Un día quedamos de vernos para ir al cine, y en plena función dejó de ver la película para voltear a verme, al mirarlo, vi en sus ojos algo que no había visto.
Me tomó de la mano y de la nada pronunció en un susurro: «déjame ser quien va por ti al trabajo y te lleve sana a casa, dame la oportunidad de que me veas como algo más que un amigo».
Me quedé helada, pensé que lo nuestro era una amistad genuina y resultó que él tenía otras intenciones.
Le respondí acariciándole su mano y diciéndole: «eres una gran persona y no quiero perderte por un error».
Me convenció con esto: «No puedes llamarle error a lo que siento por ti y a mis ganas de hacerte feliz».
Volví a responder poniendo mis labios en sus labios, me nació darle ese beso, sus palabras me renovaron el alma.
¡Caray! Ninguno de mis ex me hizo sentir así de importante en menos de 30 segundos.
Después me confesó que al principio me veía como una amiga más, pero al conocerme mejor y ver cómo le lloré a otro chico, sintió que estaba enamorado de mí, que mis lágrimas no correspondidas lo llenaron de coraje…
Lo que pasó después es una historia muy bella, los días a su lado estaban llenos de paz y de acuerdos, de atenciones y de ternura… Casi era lo que yo siempre había querido.
En mi casa lo adoraban, amigos que no lo conocían lo «adoptaron» bastante bien…
En la cama, todo fluía, disfrutaba complacerme y explotar en mi cuerpo y yo en el suyo.
Era una relación perfecta, lo que quise que otros me dieran, pero por alguna razón, no pude corresponderle.
Mi amor por él se quedó limitado y aún no entiendo por qué.
Mientras el hombre perfecto se desvivía por mí, yo me preguntaba «¿Por qué no puedo amarlo con locura si él se lo merece?».
Lo quería, lo adoraba, lo amaba, valoraba todo lo que hacía por mí y por eso, tuve que dejarlo ir…
Él se merecía un amor igual de inmenso, de comprometido, de fuerte y por alguna razón que aún no comprendo, yo no pude dárselo.
Me esforcé en ser lo que él merecía, intenté por meses darlo todo, pero nunca fue suficiente.
A su lado fui muy, muy feliz y sé que lo hice feliz, pero en mi interior sentía que podía darle más, sin embargo, no lo despertaba en mí y con todo el dolor de mi corazón, le hice frente a eso y admití mi situación.
Le dije adiós al hombre perfecto
Fue difícil para él y doblemente para mí, decirle adiós a la relación perfecta, a la mejor persona, a mi mejor amigo, para que buscara a alguien que le diera todo lo que yo no pude darle.
A un par de años de ese adiós, no he sabido de él, de mi mejor ex, decidió alejarse de mí porque sentía que jamás podría superarme y hoy, le deseo lo mejor en donde quiera que esté y con quien quiera que esté.
No me arrepiento de lo que hice…
Aún no entiendo por qué la vida me puso esto en mi corazón, me hubiera encantando darle todo, ser la mujer perfecta para él, hacerlo feliz, pero algo en mi interior se asomaba para recordarme que algo me faltaba…
La única conclusión que ya tengo es que el amor no es algo que se «merezca», él merecía que yo le diera todo, y podía hacerlo sólo porque se lo mereciera.
El amor es caprichoso, arrebatado, lleno de locura y deseo que eso haya encontrado.
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