Lo que ocurrió esta mañana en el Colegio Americano del Noreste, en Monterrey, no sólo es profundamente triste, es una situación que nos obliga a reflexionar como padres y como seres humanos.
Cada vez que ocurre una tragedia de éstas en el mundo nos preguntamos si se pudo haber prevenido, si los adultos alrededor de estos chicos pudimos haber hecho algo para ayudarlos a ser más felices y a adaptarse mejor en su mundo.
La realidad de las cosas es que nada cambia los hechos, estos chicos sufren problemas que los orillan a cometer actos crueles contra otros, y la responsabilidad no sólo es de sus padres, sino de todos como sociedad.
¿Qué estamos haciendo nosotros, adultos, para que nuestros niños tengan infancias plenas y llenas de sonrisas, como las que tuvimos la mayoría de nosotros? Esta es la reflexión que obligan este tipo de situaciones.
Pero mientras, como padres de familia, podemos estar atentos para detectar las señales que puedan indicarnos que nuestros hijos padecen algún tipo de depresión que pudiera convertirse en un problema serio, para ellos mismos o para su entorno.
Platicamos con la psicóloga Teresa Romero, graduada de la UNAM, para que nos asesorara sobre estas señales y cómo detectarlas a tiempo.
¿Qué es la depresión?
Primero debemos entender que la depresión es una enfermedad tan real como una infección de garganta y merece un diagnóstico médico tan válido como cualquier enfermedad. No debemos minimizar las enfermedades mentales.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo, permanente o pasajero, que se caracteriza por sentimientos de infelicidad, culpa, enojo y frustración, además de provocar una incapacidad, total o parcial, para disfrutar de las cosas bonitas de la vida.
Muchos cuadros depresivos pueden estar acompañados de ansiedad.
Depresión infantil
Cada vez se presentan más cuadros de depresión en niños menores de 12 años. En México, se estima que 1 de cada 30 padece depresión, es decir, 1 niño en cada salón de clases puede estar deprimido.
Los pequeñitos que viven bajo mucha tensión, que han experimentado la pérdida de alguien cercano, o que están viviendo el divorcio de sus padres, pueden presentar depresión. Cualquier cambio brusco en el entorno de un niño puede significarle un problema de depresión.
También intervienen otros factores, como si tiene un desorden de atención, dificultad para concentrarse o para aprender, problemas de salud, alguna condición física diferente a otros niños, etc.
Debemos recordar que, aunque este tipo de situaciones siempre han existido, la infancia que viven nuestros hijos poco se parece a la que nos tocó vivir a nosotros. Antes, cuando eras diferente, se burlaban de ti en la escuela y no había mayor problema, regresabas a casa y tus papás te cuidaban y se te olvidaba. Pero ahora, con la cantidad de información que ofrece Internet y la sobreexposición de nuestros niños a la violencia, la tendencia es a volverse más crueles y del otro lado, a volverse más herméticos.
Si a esto le sumamos que ahora en la mayoría de los hogares ambos papás trabajan y pasan menos tiempo con los hijos, podemos entender que ahora se presenten cuadros depresivos a más temprana edad y por situaciones que, aunque similares a las que nosotros pudimos haber vivido, cobran una magnitud diferente.
Ahora, si tus hijos han vivido una experiencia traumática o una modificación trascendente de su entorno, o tienen alguno de los factores ya mencionados, debes estar atenta a estas señales:
- Cambios repentinos de estado de ánimo
- Irritabilidad, empieza a enojarse más rápidamente y ante cosas muy simples
- Se aburre fácilmente
- Duerme demasiado o muy poco, o empieza a dormir largos periodos de tiempo durante el día
- Está cansado constantemente
- Tiene comportamientos agresivos que antes no tenía
- Deja de jugar con cosas que antes le entretenían durante horas
- Llora con facilidad
- Elige finales tristes para sus cuentos o aventuras
- Cambia su apetito
- Deja de buscar a las personas con las que le gustaba pasar tiempo (amigos, primos, familiares)
- Habla menos
- Le cuesta más trabajo concentrarse en cosas simples
- Se expresa de manera negativa sobre sí mismo
- Se frustra y enoja cuando algo simple no le sale
- Empieza a quejarse de dolores de cabeza o de estómago
Y una de las señales más claras sobre la depresión son pensamientos o dudas sobre la muerte y el suicidio. Ante esto debemos ser muy cuidadosos, porque si hubo una muerte reciente en la familia o cercana al niño es perfectamente normal que le surjan dudas sobre la muerte y no necesariamente esté deprimido.
Pero siempre es importante estar atentos ante estos cuestionamientos, sobre todo ante los que no nos hacen a nosotros pero sí buscan en Google. Si sospechas que tu pequeño puede estar deprimido debes monitorear muy de cerca su actividad en Internet, sobre todo sus búsquedas.
Es normal tener dudas sobre la muerte, incluso sobre el suicidio, pero la línea entre la normalidad y la enfermedad es muy delgada y sólo tú como mamá o papá pueden detectar cuándo es momento de alarmarse.
Cada niño es único en su forma de ser, en su personalidad y en la manera de aceptar los cambios que se producen en su vida. Para sospechar que un niño tiene depresión, es necesario conocer muy bien al pequeño y saber qué es realmente normal en su comportamiento.
Depresión adolescente
Después de los 13 años los cuadros depresivos suelen presentarse más frecuentemente (1 de cada 10). Además de ser una época de transición en la vida, llena de cambios y ajustes hormonales, la adolescencia es uno de los periodos más difíciles para los chicos, sobre todo en la escuela.
Los factores que pueden detonarla son los mismos que cuando son niños, pero ahora debemos sumarle el factor social. Si tu adolescente tiene problemas para socializar y baja autoestima es el candidato ideal para la depresión, más si es mujer.
Tratar de encontrar la diferencia entre depresión y la angustia normal de los adolescentes puede ser muy confuso. Una cierta cantidad de irritabilidad y mal humor en los adolescentes es normal, pero si presentan alguna de estas señales durante más de 2 semanas seguidas puedes considerar un cuadro depresivo:
- Irritabilidad o tristeza
- Cambios en el rendimiento escolar
- Pérdida de interés en actividades que le parecían divertidas
- Cambios drásticos en sus hábitos de sueño (dormir mucho más o mucho menos)
- Cambios drásticos en su alimentación
- Aislamiento de sus amigos o personas favoritas (primas, tías, vecinas)
- Aburrimiento crónico
- Apatía
- Baja autoestima y comentarios negativos hacia su persona
- Comentarios sobre el suicidio
Los adolescentes ya entienden bien lo que es el suicidio, y definitivamente no lo van a discutir con sus papás. Por eso también es muy importante monitorear sus búsquedas en Internet y estar muy atentos a lo que leen y consumen en la tele.
Muchas de estas señales pueden ser perfectamente normales para cualquier adolescente, pero si se prolongan por mucho tiempo o se presentan tras situaciones adversas que hayan vivido, debemos considerar una depresión que pueda resultar en un problema más serio como un trastorno alimenticio, un suicidio o una situación como la que se vivió en Monterrey.
¿Qué hacer si detectas alguna de estas señales?
Nadie conoce a sus hijos mejor que tú. Confía en tu instinto y más vale que se quejen por tener papás sobre protectores que terminar viviendo una tragedia. Si crees que tu hijo puede tener un problema de depresión no dudes en pedir ayuda.
Y lo más importante… aunque sientas que te rechazan, aunque no quieran hablar contigo, aunque te hagan sentir la peor mamá del mundo, necesitas estar con ellos. Házles saber que, independientemente de todo lo malo que puedan estar viviendo, sintiendo o pensando, tú estás con ellos y no están solos en el mundo.
Crea un ambiente de seguridad dentro de la casa, de confianza, amor y respeto. Eso es lo más importante para ayudar a un niño o adolescente con depresión.
Nadie podemos juzgar lo que viven otras familias y estamos seguras de que cada mamá y cada papá del mundo hacen lo mejor por sus hijos. No se trata de señalar culpables, pero a nadie nos gustaría ver a nuestros hijos involucrados en una situación como la que se vivió esta mañana en Monterrey.
Tratemos de estar con ellos, de conocerlos, de escucharlos, de saber qué les gusta y qué los hace reír. Es la única forma de construir humanos responsables y felices.