A estas alturas de la vida, es probable que todos hayamos pasado por el fallecimiento de una persona a la que amábamos con todo el corazón.
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La partida física o fallecimiento de un ser querido puede doler, puede generarnos un vacío en el pecho, en la mente y en nuestro entorno, sin embargo, la vida continúa y está en nuestras manos seguir salir adelante y sanar la ausencia.
Si bien el luto y sus etapas se manifiestan para sobrellevar el suceso, es momento de hacer una reflexión acerca del sufrimiento ante la pérdida.
¿Qué es sufrir?
El sufrimiento no es lo mismo que el dolor.
La RAE tiene la siguiente definición: «sentir físicamente un daño, un dolor, una enfermedad o un castigo», entre otros significados, también está, «sentir un daño moral».
El dolor es algo que sentimos, que nace desde nuestras emociones por algún suceso o peligro ante nosotros, en cambio, el sufrimiento es la respuesta cognitiva emocional como consecuencia ante un suceso doloroso.
¿Sabías que sufrir por el fallecimiento de otra persona puede ser egoísmo?
Así que el fallecimiento de una persona nos va a doler, pero sufrir por su partida es un acto que no necesariamente se debe presentar.
Cuando sufrimos la muerte de alguien es porque estamos pensando más en nosotros mismos que en la persona fallecida en sí, nos enfocamos en que NOS va a hacer falta, en que ESTAMOS tristes, en que NUESTRA vida ya no es la misma.
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¿Qué opinas?
Katya lo explica bien, a pesar del dolor que sentimos, el camino al luto sano es no aferrarnos al sufrimiento que podemos encontrar.
Le atribuyen a Buda la siguiente frase, «el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional» y tiene mucho sentido, incluso, se puede aplicar en más que en el fallecimiento de una persona amada.
Te puede doler cierta experiencia, persona, trabajo o frustración, pero si te aferras a eso, el sufrimiento opacará tu vida.
Aprecia tu dolor, honra el amor que lo inspira, vívelo, siéntelo y transfórmalo en recuerdos, en motivación, en ganas de aprovechar cada uno de tus días.
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