Me costó trabajo pero cuando lo asimilé me cambió la vida, no sólo entendí que tú no eras para mí, sino que yo era mucho para ti.
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Tú no eras para mí…
Por mucho tiempo me aferré a la idea de nosotros, de tu mano en mi mano, de caminar al mismo paso hacia la misma dirección.
Deseaba que siempre fueran tus besos los que emocionaran mis labios, tus manos las que me acariciaran y me llevaran a una oscuridad en la que nuestro cuerpos se perdían y se encontraban.
Pensaba en nuestro futuro, nuestras promesas y planes como guía de vida.
Estas ilusiones eran las que me mantenían fuerte y aferrada, más aferrada que fuerte, de hecho.
Lo que no pasaba entre nosotros era lo que me hacía querer seguir a tu lado, esos hechos inexistentes en la realidad pero que existían en mi cabeza eran los que me hicieron la trampa de convencerme que entre tú y yo había futuro.
Discusiones tras discusiones; indiferencias, silencios, distancias, decepciones y muchas lágrimas, fueron haciendo que mi corazón se hiciera pequeño y marchito.
Fue todo este dolor lo que me llevó realmente a reconocer que algo andaba mal…
Yo era mucho para ti…
No valorabas mis ganas de luchar por ti, de darte lo mejor de mí, de que fuéramos felices, así que entendí que no merecías el gran amor que te tenía.
Que yo era mujer de una sola pieza y estaba desperdiciando mis mejores intenciones para mantener un amor mediocre, en el que solo uno lo daba todo y el otro no tenía ganas de dar.
Yo era mucho para ti, yo soy mucho para un hombre que no tiene la madurez para recibir amor del bueno y mucho menos para darlo.
Así que, tomé la decisión que cambió mi ánimo y me ayudó a despedir la tristeza.
A pesar de ser yo la que te amaba, decidí separarnos y llevarme mi amor lejos de ti…
Entendí y confirmé que el amor debe ser recíproco porque de lo contrario no tiene sentido y mucho menos futuro…
Hoy me siento libre, sin ti…
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