Hace algunos años tuve un pequeño noviazgo con un chico que no se caracterizaba por tenerlo grande, sí, tenía pequeño eso que estás imaginando.
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Mi noviazgo un año y considero que fue el tiempo suficiente para conocer lo que entre las sábanas podíamos tener.
La primera vez que tuvimos contacto, me extrañó que él no se dejara ir con todo desde que se dio «el momento», pensé que le gustaba disfrutar del preámbulo y eso me gustó.
Los minutos pasaban y las respiraciones se iban agitando, en cuanto bajé mi mano para tocarlo, entendí por qué se iba despacio en nuestro primer encuentro en la intimidad, su miembro era pequeño.
Recuerdo que mientras nos besábamos y acariciábamos me decía poesía, ¡todo un romántico!
En cuanto notó mis intenciones de tocarlo por debajo del pantalón empezó a decirme que le gustaba mucho mi cuerpo, que lo inspiraba a las estrellas…
Justo en cuanto lo toqué y noté su tamaño, me dijo «y sé cómo compensar eso».
Pude notar nerviosismo en su voz y pensé, ok, ya veremos qué pasa.
Era la primera vez que estaba con un hombre que lo tenía de ese tamaño, pero no dejé que eso me molestara, dejé que las cosas fluyeran.
Recuerdo haberle contestado en modo coqueto algo así como «uy, ahora lo tendremos que comprobar».
Las cosas continuaron, pasó lo que tenía que pasar esa noche y también pasó la vida y terminamos.
Pero ahora, viendo todo a distancia, hubo cosas buenas en aquella pasión:
1. Era complaciente.
1. Se esforzaba por complacerme y no para compensar su tamaño. Realmente era un hombre muy sexual así que para él tener intimidad seguido era importante.
Yo lo disfruté bastante pues en cada encuentro él era complaciente, se interesaba mucho en cómo me sentía, en mi ritmo y preferencias.
2. Era romántico pero rudo.
Algo que noté desde la primera vez que estuvimos juntos es que era romántico, así que hubo muy buenas noches de jazz y poesía de respiración agitada en mis oídos. ¡Una experiencia inigualable!
Pero, cuando se trataba de ponernos más intensos, la poesía esperaba un poco su turno. Guiño, guiño.
3. Creaba el ambiente.
Recuerdo que hacíamos el amor antes de tener intimidad, cuando lo visitaba en su departamento ya tenía algo que parecía ser una buena idea.
Por ejemplo, tenía listas las cervezas, el vino, el café, el ajedrez, los videojuegos, la guitarra, parecería que toda la utilería sólo esperaba mi presencia.
Entonces, después de convivir y hacer otras actividades, la habitación se ocupaba con nuestros cuerpos relajados y dispuestos. Por cierto, su cama, siempre estaba tendida.
4. Sabía posiciones que le beneficiaban.
Lejos de que su cuerpo lo limitara, ya lo había aceptado, explorado y había encontrado muchas maneras de sacarle provecho.
Dicho sea de paso le ponía plena atención a mi lubricación, así que las experiencias eran bastante agradables.
La cereza del pastel…
5. Le encantaba dar oral.
Y eso es mega compatible conmigo, a él le gustaba tener su cabeza abajo de mi cintura así que me dejaba querer.
Con esto, encontré que en mi caso, el tamaño no importa, importa que lo que tengan lo sepan utilizar, conozcan su cuerpo y tengan disposición de conectarse con su pareja y hacer que el placer fluya para los dos.
Además, que no sean inseguros que eso enfría la relación en todos los sentidos.
También sabemos que en algunos casos puede haber insatisfacción, pero es sólo por el tamaño pequeño o, ¿es por qué se carece de todo lo que te platiqué aquí arriba?
Debo decir que he tenido otros amantes «mejor dotados» con los que he tenido menos placer.
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