Me di cuenta cuando un recuerdo me interrumpió abruptamente, han pasado años y aún así, una parte de mi ego espera que te hayas arrepentido de perderme…
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Una parte de mi ego espera que te hayas arrepentido de perderme…
Estaba en medio de una entrega para mi trabajo, el estrés me hacía escribir rápido y mi mente volaba entre una idea y otra, pero, de la nada, se me vino su rostro a la mente, el primer beso que nos dimos y la última vez que nos vimos de lejos después de terminar.
El recuerdo de sus ojos indiferentes, contrastando con el color de su piel que siempre me encantó, me desconcentró, llevé mis dedos a la taza de café que esperaba el segundo sorbo y mi voz interior cuestionó «¿tú qué haces aquí?», reprochándole al recuerdo su aparición.
Suspiré, sacudí la cabeza tratando de alejar las memorias amorosas para continuar con mi pendiente laboral. Así fue, pero no con un punto final, sólo fueron puntos suspensivos.
Así que cuando llegué a casa, me tumbé sobre mi cama y viendo el polvo de mi lámpara del techo, cerré los ojos adrede para volver a encontrarme con esa mirada indiferente de la que hace años no me acordaba.
Fui de atrás hacia adelante, de la última vez que el destino nos cruzó hasta cuando nos conocimos, repasé nuestros recuerdos como si hubiera visto un álbum de fotos interactivo.
Sonreí y dije en voz alta, «vaya si yo te quise, fuiste mi primer amor».
Me giré y recostada de lado, noté como una lágrima recorrió mi cara hasta quedar en la almohada, «¿por qué estoy llorando?, eso fue hace mucho, ya lo superé, fue mi primer amor, han pasado años, tengo una relación hermosa y soy muy feliz».
Después de unos minutos de silencio, con el segundero de mi reloj de pared de fondo cavando entre mi cordura y mi consciencia, entendí algo.
Yo ya había superado ese amor, Dios sabe cuánto le lloré y el duelo que atravesé, tuve un largo proceso para que yo volviera a creer en el amor porque lo que vivimos me marcó.
Lloré, sufrí, me perdí un tiempo, el que él me terminara me dolió y me dejó un marca imborrable, pero también estaba consciente de que el tiempo me había ayudado a dejar atrás, que pude sanarlo, que dejé al pasado en su lugar y me había vuelto a enamorar.
Esos recuerdos nacían del ego, de esa parte herida en mí en la que la incertidumbre no le hacía justicia a todo mi sufrimiento, a saber que perderme también era había sido algo doloroso para él, que mis recuerdos también lo podrían agarrar desprevenido…
En mi presente todo estaba bien, mi corazón estaba seguro y enamorado, mi mente estaba en orden y clara, era una parte de mi ego el que estaba curioso de saberme «una gran pérdida».
Dije en voz alta volviéndome a poner cara a cara con el techo, «una parte de mi ego espera que te hayas arrepentido de perderme».
No era venganza, no era nostalgia, mucho menos amor, es ego, ego pensando si soy inolvidable o si acaso perderme puede ser doloroso…
Sonreí, lo tenía claro, volví a acomodar el pieza que se salió del rompecabezas…. El pasado puede doler aún cuando es pasado porque fue importante para nosotros, porque fuimos felices, fuimos amadas y vivimos etapas inolvidables, aún cuando el presente también sea maravilloso.
El eco de su recuerdo en mí no tiene nada que ver con él, sino con reafirmar mi valor, mi ego sólo me hizo una travesura.
Entendí que nada borrará cuánto lo quise, sin embargo, mi presente y mi futuro tienen más cosas en común conmigo y con mi amor propio que con lo que dejo atrás.
Lo que viví en mi juventud es valioso, fue puro e ingenuo, pero ahora, procuro vivir mis emociones y mis sentimientos de una forma más consciente, más real, más fiel a mí, así que sabré dejarle al ego cierta incertidumbre.
Todos los amores del pasado importan porque nos hacen ser quienes hoy somos, pero son parte de nuestra historia, no de nuestra evolución, no de nuestro presente.
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