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Me gustaba, me invitó a salir, pero no quería nada serio… Así acabó esa historia

¿Tu historia se parece a la mía?

¿Tu historia se parece a la mía?

¿Tu historia se parece a la mía? Me gustaba, me invitó a salir, pero no quería nada serio. Quédate y hagamos de estas palabras un intento de sesión de terapia.

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Me gustaba, me invitó a salir, pero no quería nada serio

Este chico me gustaba desde hace años, lo conocí en el bachillerato, pero nunca nos dijimos nada y cada quien hizo su vida.

Muchos años después, coincidimos en una fiesta y ambos estábamos solteros.

Desde esa noche no dejamos de estar en contacto y como era de esperarse, comenzamos a salir.

En una cita en una pizzería, entre cerveza y cerveza, entre risa y risa, me dijo que yo le gustaba mucho cuando íbamos en la escuela, le dije «x2».

Me dio un beso, tierno y esperado, puso su m ano en mi cintura y seguimos platicando acerca de todos los temas que se nos atravesaban en la mente emocionados de estar conociéndonos: constelaciones familiares, extraterrestres, fantasmas, vidas pasadas, viajes, relaciones amorosas, películas, ¡de todo!

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Las citas eran frecuentes, nos veíamos 3 veces a la semana y la pasábamos muy bien, de hecho, hubo mucha química y fue irremediable no llegar al tema de tener intimidad.

Sin embargo, en este punto, él fue tajante, pensando que estar con él piel a piel podría ponerme en desventaja, me dijo: «no quiero lastimarte, no quiero una relación, tenlo presente porque no quiero una pareja a quien darle exclusividad».

Si bien, agradecí su sinceridad, se me hizo algo soberbio de su parte que asumiera que podía lastimarme por intercambiar una dosis de pasión.

Le dije que yo tampoco quería una relación formal, que me bastaba hablar con honestidad así como él me lo había planteado.

Pasó lo que tenía que pasar, se confirmó la química entre nosotros con el calor de las sábanas.

Para mí, fueron unos meses divertidos e interesantes, las cosas estaban claras entre nosotros y todo fluía, hasta que dejó de funcionar.

Por un lado, él comenzó a «quedar mal», me cambiaba la hora de la cita dos horas antes, me cancelaba o posponía, llegada tarde o me dejaba de escribir.

Hablé con él y le dije que me sentía incómoda con esa situación que si tenía otras prioridades, como otra chica, lo entendía, pero que habíamos quedado en ser honestos.

No me convenció la manera en la que intentó justificarse y no cambié mi postura. Las cosas habían estado claras: Me gustaba, me invitó a salir, pero no quería nada serio..

*No fui en contra de lo que él quería, pero tampoco quise ir en contra de mí*

Yo acepté que no hubiera exclusividad, a pesar de que yo no salía con nadie más, me bastaba saber que seríamos honestos.

Lo que no me agradó es que él no respetara mis tiempos y moviera nuestras citas a su conveniencia sin consideración a mi tiempo o mis ocupaciones.

De la manera más sincera, pero cariñosa posible, le agradecí lo que compartimos para darle un cierre a esa etapa.

Noté que a él no le agradó que yo ya no quisiera continuar, pero ni modo, yo no quería un vínculo así. Una cosa es no tener una relación exclusiva y otra es jugar con mi tiempo y energía.

Yo estaba contenta porque la había pasado muy bien y así pude darle un final a esa «relación informal».

Dejé de escribirle, dejó de escribirme y hasta tiempo después de mi cuenta que me había borrado de redes sociales, incluso, me había bloqueado de WhatsApp.

Sentí tristeza, pero dejé las cosas así, continué mi vida sin drama y con la satisfacción que deja haber sido una mujer sincera.

Pero meses después, me llegó un mensaje a Instagram, era él invitándome un café, le respondí que sí, pero yo tenía claro que él era parte de un pasado concluido, de hecho, yo ya estaba saliendo con alguien más y las cosas iban muy bien.

Nos vimos para el café, platicamos como antes, reímos y de repente, intentó besarme, de la misma manera en la que me había dado el primer beso, tomándome del rostro y después de la cintura.

Me alejé, sonreí y le dije, «oye, somos amigos, lo nuestro tuvo su momento, pero no se llegó a nada, ahora es tarde».

Me dijo, «no me digas que ya es tarde, por favor», le recordé el resumen, le dije que él me gustaba, me invitó a salir, pero no quería nada serio.

Me abrazó y me dijo, «estoy listo para una relación, pero la quiero contigo».

Sonreí con una ligera sensación de impotencia…

Pensé en el famoso «hubiera», «si lo hubiera tenido claro antes»… Porque lo teníamos todo, nos entendíamos, la pasábamos bien, había química, pero no funcionó.

«Si estás listo para una relación, llegará la indicada, yo no lo soy», le dije mientras me acercaba la taza de café a mi boca.

Me volvió a abrazar, me dijo que había sido un tonto y que se lamentaba el haberme perdido.

Le refrendé mi amistad y nos sonreímos, después, decidimos ir a un lugar donde nos gustaba tomar cerveza, bebimos una, él ya no intentó besarme, yo no tuve dudas de mi decisión.

Así, ya han pasado un par de años, ambos nos tenemos en redes sociales y me da gusto saberlo bien, sigue soltero.

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