Ahí estaba yo, con la mirada pérdida pero con la boca bien entretenida en mi torta de tamal, en mi mente revoloteaban mil pensamientos acerca de mi relación de pareja y de la nada, como un chispazo, entendí que él no era para mí.
Te puede interesar
5 formas de reconocer a una persona pasiva-agresiva
5 señales de que estás en una relación unilateral
¡Échale un ojo al Facebook de Hey Hey Hello! ?
A veces, las conclusiones más importantes de la vida llegan en el momento menos esperado, de forma abrupta y conmigo, esa mañana, no fue la excepción.
Así me pasó cuando tuve que despedirme de quien llamé «el amor de mi vida»…
Ya sé, me pueden decir que el amor de mi vida soy yo misma y no se los niego, lo tengo claro. Sin embargo, en él encontré lo más parecido, hasta ese momento, de lo que siempre quise tener a mi lado.
Él era lo que yo quería para mi vida, hasta que entendí que él no era para mí o que había dejado de serlo tiempo atrás.
Nos conocimos en la universidad, en el penúltimo semestre, nunca nos habíamos visto y el día que nos cruzamos en clase por primera vez, fue el primero que pasaríamos juntos por mucho tiempo.
Lo que empezó siendo un noviazgo de escuela, terminó siendo una relación seria, después de un año de andar, decidimos vivir juntos y fueron 3 años muy especiales.
Pero, de la nada, él comenzó a cambiar, se mostraba más frío, desatento, desinteresado y lejano a la relación.
Peleábamos por cosas que nunca antes habían sido problema, él daba pretextos para pasar menos tiempo conmigo y yo discutía por eso.
Un día, saliendo del metro a unas cuadras de llegar al trabajo, estaba un puesto de tamales.
Necesitaba quitarme el frío del corazón y de las manos, así que decidí comprarme una torta de tamal para desayunar antes empezar mi jornada laboral y poder concentrarme más en mis pendientes que en la pelea de la noche anterior que no había tenido solución.

Unsplash/Jose Mizrahi
Ahí estaba yo, recargada en una pared, saboreando la salsa verde, cuando un nudo en la garganta casi le impide el paso, mi corazón y mi mente se pusieron de acuerdo y tuve la revelación: entendí que él ya no era para mí, que debía dejarlo ir.
Debía soltar la idea que abrazaba junto a mi almohada, un futuro mejor después de una mala racha.
Necesitaba aceptar que él ya estaba fuera de la relación aunque compartíamos la misma cama.
Quizá solté una lágrima que me sequé con la servilleta que me había dado la señora del puesto al hacerle la compra.
Terminé mi desayuno, suspiré y caminé a mi oficina, sabiendo que faltaban unas horas para regresar a casa y comenzar la despedida.
Sí, el día fue difícil pero fue más difícil decirle a él que debíamos separarnos, y que si él no quería afrontarlo, yo necesitaba decirlo.
Sus silencios confirmaron mis dudas, su voz sólo dijo, me iré. Semanas después, se fue.
Síguenos en nuestras redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.