Hola, querido.
Gracias por ver en mí todo lo que soy y lo que valgo. Gracias por querer estar a mi lado a pesar de mi pasado.
Sé que no soy una persona fácil, pero, ¿quién lo es? Sólo me resta agradecer que hayamos coincidido y que tus experiencias personales no te hayan vendado los ojos para dejar de ver todo lo bueno que soy.
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Hubo personas antes que tú que dijeron amarme y me prometieron estar conmigo siempre, sus promesas fueron mentiras, sus palabras no fueron hechos.
Y, aunque gracias a sus partidas es que hoy tengo espacio para ti…
Reconozco que fue doloroso enfrentar que no fui lo suficiente para ellos.
Pero tú, tú que has decidido pelear por mí, tú que no quieres perderme, tú que prefieres no escuchar a mis demonios para ver bailar a mis ángeles, lo mereces todo.
Quiero darte las gracias por ser el único hombre que ha decidido estar a mi lado, que me ha visto en mis peores momentos y aún así no ha dudado soltarme las manos.
Llegaste a darme una de las más grandes bendiciones que alguien puede tener sin pedir.
Soy tan afortunada de tenerte porque conozco el amargo dolor de las despedidas obligadas.
Todo lo anterior te lo diré cuando te tenga cerca…
Tan cerca que mi nariz pueda impregnarse del olor de tu cuello, por ahora eres sólo un deseo.
Debo confesar que a veces pienso que no existes, que aún no ha nacido ese hombre que decida nunca soltarme, que necesite estar bien conmigo para tener días de paz.
Pero me aferro a la ilusión que me provoca pensarte; a la ilusión que me ilumina cuando trato de reconocerte en los ojos de quien miro.
Espero verte pronto a los ojos, no llenarte de palabras huecas y sí caminar todos los días con la confianza de sabernos inseparables por convicción, no por apego.
No te tardes, te espero, aquí estoy, te ofrezco lo mismo, un amor incondicional, unos brazos que desean amar…
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