Tu estancia en mi vida duró largos años, no solo cuento en los que estuvimos juntos, también los que he tardado en sacarte de mi corazón.
Me dolió saber que solo fue un desperdicio de tiempo, que tú siempre lo consideraste así, pues nunca me amaste.
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Decías hacerlo, pero nunca lo demostraste. Por ratos o en pequeñas raciones me dabas tu amor y eso era lo único que obtenía.
Lo peor es que te rogaba por ello o terminaba por cubrir tu falta de amor con todo lo que yo sentía por ti.
Adiós…
Hasta ahora te puedo decir adiós, probablemente es muy tarde, pues tú te fuiste hace mucho tiempo. Estabas a mi lado, pero no estabas ahí.
No entiendo por qué te quedaste tanto tiempo si nunca me amaste, no sé si era más cómodo o fácil para ti, o simplemente porque te di todo y nunca exigí nada.
Tú no eras feliz conmigo, yo hacía hasta lo imposible. Me amoldaba a tus deseos, necesidades y todo lo que pedías y aun así no fue suficiente para ti.
Me aferre a ti como una tonta
Dirían por ahí, «me enamoré como una mujer inteligente, como una idiota.”
Quería dártelo todo, era la novia perfecta, aguantaba todo y me aferraba a que algún día tú me ibas a corresponder de la misma forma.
Desgraciadamente ese día nunca llegó, me quedé esperando y nunca recibí lo mismo.
Me cambiaste…
Me hiciste creer que no solo no era suficiente para ti, que nadie me iba a querer, que la que estaba mal era yo.
Fui otra persona, fui una tonta que te amó incondicionalmente y que se convirtió en alguien más.
¡No vuelvas!
Después de tu partida y saber que eres “muy feliz”, quiero decirte que he dejado de amarte. Lo he analizado muy bien y ya no te amo, incluso creo que nunca lo hice.
Fue mi falta de amor propio lo que me hizo creer que te amaba, que tú eras el único que podía valorarme y quererme.
Ahora que te has ido, me he recuperado y he descubierto que no merecía todo lo que me hiciste y aunque aún sigue doliendo, sé que estoy mejor sin ti.
Debo aceptarlo, no todo fue malo contigo, después de ti, aprendí a quererme y a valorarme más. Hoy sé todo lo que merezco y que tú no eras suficiente.
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