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Señales de que tu hogar sufre el Síndrome del Edificio Enfermo

¡Ojo con esto!

¡Tu hogar podría estarte enfermando!

El Síndrome del Edificio Enfermo (SEE) es un conjunto de síntomas físicos y/o psicológicos que experimentan las personas cuando pasan tiempo en un edificio o vivienda con mala calidad ambiental interior.

Los síntomas desaparecen o mejoran al salir del lugar, aunque se da mayormente en edificios u oficinas, sí puede presentarse en tu hogar.

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¿Por qué se da el Síndrome del Edificio Enfermo en mi casa?

Puede darse porque hay poca ventilación, las casas están muy cerradas, sin renovación de aire.

Hay humedad y moho, principalmente hongos en paredes, techos o baños y contaminantes del aire interior como humo de tabaco, vapores de productos de limpieza o emisiones de pinturas, pegamentos, muebles nuevos (formaldehído, compuestos orgánicos volátiles).

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También puede suceder por sistemas de calefacción o aire acondicionado mal mantenidos, filtros sucios o con bacterias.

La presencia de ácaros o polvo acumulado e iluminación o ruidos inadecuados pueden contribuir al malestar general.

Señales de que tu hogar sufre el Síndrome del Edificio Enfermo

Los síntomas frecuentes son dolor de cabeza, fatiga, irritabilidad, sequedad o picor en ojos, garganta o piel, tos, estornudos, dificultad para respirar, mareos o náuseas leves y sensación de aire “pesado” o sofocante.

Podrás saber que tu casa sufre del Síndrome del Edificio Enfermo porque notas lo siguiente en ella:

– Aire “pesado”, viciado o con mal olor persistente, incluso después de ventilar.

– Sensación de humedad o condensación frecuente en ventanas, paredes o techos.

– Presencia visible de moho (manchas negras o verdosas, especialmente en baños o esquinas).
– Polvo que se acumula rápidamente pese a limpiar con frecuencia.

– Temperaturas muy variables o zonas de la casa que siempre están frías o calientes.

– Ventanas que casi nunca se abren o ventilación natural insuficiente.

– Falta de luz natural o iluminación artificial muy intensa o tenue.

– Ruido constante (electrodomésticos, sistemas de ventilación, tráfico) que genera estrés o fatiga.

– Uso frecuente de ambientadores, velas perfumadas o productos de limpieza fuertes.

– Presencia de materiales nuevos (muebles, pintura, alfombra) que desprenden olor químico durante semanas.

Señales en las personas que viven allí

– Dolores de cabeza frecuentes o sensación de presión en la sien.

– Cansancio o dificultad para concentrarse, sobre todo cuando estás en casa.

– Irritación de ojos, nariz o garganta sin causa aparente.

– Tos seca, estornudos o congestión nasal sin alergias diagnosticadas.

– Picazón o sequedad en la piel.

– Mareos leves o náuseas que mejoran al salir.

– Aumento de alergias o crisis respiratorias en personas sensibles.

– Sensación de falta de aire o de sofoco, incluso en reposo.

– Alteraciones del sueño (insomnio, despertares frecuentes).

– Malestar general que desaparece cuando pasas tiempo fuera de casa.

¿Qué puedes hacer si sospechas que tu casa está “enferma”?

Ventila todos los días (abre las ventanas de 10 a 15 min, incluso en invierno), limpia y revisa aparatos de aire, calefacción y filtros.

Evita productos con olores fuertes o aerosoles innecesarios y controla la humedad (ideal de 40 a 60 %), usa deshumidificador si es alta. Elimina el moho y repara filtraciones. Introduce plantas purificadoras.

Si los síntomas persisten, consulta a un médico o higienista ambiental.

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