El Síndrome del Edificio Enfermo (SEE) es un conjunto de síntomas físicos y/o psicológicos que experimentan las personas cuando pasan tiempo en un edificio o vivienda con mala calidad ambiental interior.
Los síntomas desaparecen o mejoran al salir del lugar, aunque se da mayormente en edificios u oficinas, sí puede presentarse en tu hogar.
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¿Por qué se da el Síndrome del Edificio Enfermo en mi casa?
Puede darse porque hay poca ventilación, las casas están muy cerradas, sin renovación de aire.
Hay humedad y moho, principalmente hongos en paredes, techos o baños y contaminantes del aire interior como humo de tabaco, vapores de productos de limpieza o emisiones de pinturas, pegamentos, muebles nuevos (formaldehído, compuestos orgánicos volátiles).
También puede suceder por sistemas de calefacción o aire acondicionado mal mantenidos, filtros sucios o con bacterias.
La presencia de ácaros o polvo acumulado e iluminación o ruidos inadecuados pueden contribuir al malestar general.
Señales de que tu hogar sufre el Síndrome del Edificio Enfermo
Los síntomas frecuentes son dolor de cabeza, fatiga, irritabilidad, sequedad o picor en ojos, garganta o piel, tos, estornudos, dificultad para respirar, mareos o náuseas leves y sensación de aire “pesado” o sofocante.
Podrás saber que tu casa sufre del Síndrome del Edificio Enfermo porque notas lo siguiente en ella:
– Aire “pesado”, viciado o con mal olor persistente, incluso después de ventilar.
– Sensación de humedad o condensación frecuente en ventanas, paredes o techos.
– Presencia visible de moho (manchas negras o verdosas, especialmente en baños o esquinas).
– Polvo que se acumula rápidamente pese a limpiar con frecuencia.
– Temperaturas muy variables o zonas de la casa que siempre están frías o calientes.
– Ventanas que casi nunca se abren o ventilación natural insuficiente.
– Falta de luz natural o iluminación artificial muy intensa o tenue.
– Ruido constante (electrodomésticos, sistemas de ventilación, tráfico) que genera estrés o fatiga.
– Uso frecuente de ambientadores, velas perfumadas o productos de limpieza fuertes.
– Presencia de materiales nuevos (muebles, pintura, alfombra) que desprenden olor químico durante semanas.
Señales en las personas que viven allí
– Dolores de cabeza frecuentes o sensación de presión en la sien.
– Cansancio o dificultad para concentrarse, sobre todo cuando estás en casa.
– Irritación de ojos, nariz o garganta sin causa aparente.
– Tos seca, estornudos o congestión nasal sin alergias diagnosticadas.
– Picazón o sequedad en la piel.
– Mareos leves o náuseas que mejoran al salir.
– Aumento de alergias o crisis respiratorias en personas sensibles.
– Sensación de falta de aire o de sofoco, incluso en reposo.
– Alteraciones del sueño (insomnio, despertares frecuentes).
– Malestar general que desaparece cuando pasas tiempo fuera de casa.
¿Qué puedes hacer si sospechas que tu casa está “enferma”?
Ventila todos los días (abre las ventanas de 10 a 15 min, incluso en invierno), limpia y revisa aparatos de aire, calefacción y filtros.
Evita productos con olores fuertes o aerosoles innecesarios y controla la humedad (ideal de 40 a 60 %), usa deshumidificador si es alta. Elimina el moho y repara filtraciones. Introduce plantas purificadoras.
Si los síntomas persisten, consulta a un médico o higienista ambiental.
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