No porque hayan sido decisiones equivocadas, fueron decisiones innecesarias, se me vino esta frase a la mente mientras lavaba los trastes, abstraída en lo mecánico del jabón, agua y espuma.
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No porque hayan sido decisiones equivocadas, fueron decisiones innecesarias
Esos instantes en los que la mente se desconecta del presente para hurgar en instantes pasados.
Entendí cómo es que cambia la vida a pesar de la rutina, lavar los trastes es tan diferente ahora a cómo lo fue hace algunos años, cuando me encontraba en medio de un matrimonio tormentoso.
Años de terapia y de liberación me han llevado al hoy, a ver esta pared tan distinta a la que veía mientras lavaba los trastes en aquel entonces.
Generalmente, los lavabos tienen pegado a ellos, una pared, no hay mucho que ver cuando uno lava los trastes, a menos que haya una ventana cerca o la instalación lo permita.
Ahí estaba yo, enjabonando y enjuagando con las manos, mientras mi mente recorría algunos recuerdos hasta llegar a esa conclusión: no porque hayan sido decisiones equivocadas, fueron decisiones innecesarias.
¿Aquel matrimonio fue una decisión equivocada?
No, fue una decisión necesaria.
¿Que si me costó?
Claro, fue una decisión costosa (emocionalmente hablando, por supuesto).
No fue un error casarme, sin embargo, eso no quita el dolor que encontré en ese camino de dos.
Pero si he de ser justa, este desencuentro en mi vida me llevó a encontrarme a mí misma.
Definiré desencuentro: cúmulo de decepción, frustración, tristeza, ira y no reconocimiento de mi misma.
Casada con él, me conocí y me desconocí, pude ser capaz de ver a la cara y estrechar la mano de mi lado más oscuro.
Entendí que no se puede vivir de expectativas, pero estas son necesarias para ubicar tu lugar.
Comprendí que mis más grandes anhelos no siempre serán cumplidos a pesar de tener las mejores intenciones o de bailar tango de cabeza.
Iniciar, mantener, cuidar y avanzar en una relación de pareja que nos hace daño pareciera una de tantas decisiones equivocadas que cometemos en la vida.
Lo curioso es que gracias a estas experiencias es que crecemos, o al menos, tenemos esta opción…
No, no es lo mismo lavar trastes en el lugar que estoy ahora con la paz que tengo ahora, a lavar los trastes en aquel departamento que era una zona de guerra.
Un espacio en el que me sentía en constante angustia por que todo estuviera bien.
Pero fue gracias a esa experiencia que hoy puedo estar aquí porque quiero, porque así lo decido a diario, porque he hecho las paces conmigo y con mi pasado.
Me ha tocado reconocer mis decisiones equivocadas, pero necesarias; he trabajado en mí para no perder mi paz y siempre ubicar mi brújula hacia el lugar seguro.
Le agradezco a mi pasado y a mis «errores», esas versiones de mí que ahora he sanado y que comprendo con cariño.
Necesitaba pasar por todo eso para crecer, para saber quien soy y no esconderme detrás de la complacencia o el miedo a ya no ser elegida.
Hoy, trabajo en amarme y amar en libertad; hacer las cosas que quiero y puedo, sin afán de forzarlas; sin prisa por acomodarlas ni miedo constante de hacerlo mal.
Agradezco mis decisiones equivocadas que no por equivocadas son innecesarias, las necesitaba, necesitaba vivir lo que me ayudaría a evolucionar, a conocerme, a sanarme.
Los daños colaterales de eso son experiencias para charlas de café, pero todo lo que he vivido me hacen ser quien hoy soy.
Desafíos hubo y habrá, pero de todo aprenderé a ser yo, a ser feliz, a amar.
La próxima vez que laves los trastes, date ese espacio como terapia, sana, deja que tu mente divague si en el camino te acerca a la paz.
Te dejo esta frase de la escritora de novelas policíacas, Agatha Christie:
«Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido lavando los platos».
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