Me chiflaron en la calle y regresé para decirles «¡Basta!»
Pareciera que es algo de todos los días, salir de casa y enfrentarnos a un cumplido no pedido, un chiflido o un conjunto de palabras que, si bien nos va, se queda en «buenos días».
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Acoso en la calle
La realidad es que seguimos siendo objeto de piropos, no importa si vamos con nuestro pantalón más aguado o cara lavada.
Mientras vean a una o incluso varias mujeres solas y uno o varios tengan el valor, sueltan el chiflido, el piropo o la grosería.
Pero, hoy fue el colmo…
Salí de casa rumbo al trabajo, mi camino de siempre. A una calle de mi casa está un taller mecánico de motocicletas.
Generalmente, siempre hay muchos hombres ahí, pero nunca me habían faltado al respeto, hasta hoy.
De hecho, nunca me sentí incómoda al pasar por ahí, y fue justa esa razón la que me dio el coraje necesario para regresar unos pasos y decir: ¡Basta!
Les dije a los 2 señores que estaban acomodando las motos: «¡Basta! Paso por aquí diario y es la primera vez que me faltan al respeto, soy vecina, diario paso por aquí».
«Yo no fui», dijo uno enseguida mientras subía los hombros como adolescente que no quiere ir por las tortillas. Seguramente fue el que lo hizo. Aparte de cobarde, menso.
Después del enojo me encontré decepcionada, durante mucho tiempo me sentí segura de pasar por ahí a pesar de que siempre hay hombres.
Y, sentí decepción de que hoy, esa seguridad se arruinó, ¿cómo sabemos que un «inocente» chiflido sólo se quedará en eso?
¿Qué me garantiza de que si mañana paso, ese chiflido no se convierta en palabras ofensivas?
¿Qué me garantiza de que si pasado mañana paso, esas palabras ofensivas no sean una nalgada o que me encierren en su taller mecánico?
Me aferro a pensar que mientras más valor nos reconozcan, menos valor tendrán de sentirse que TODO LO PUEDEN.
Y es que, ¿qué necesitamos hacer para caminar seguras por las calles de la Ciudad de México?
Dejemos de sentirnos incómodas para sentirnos enojadas y en todo nuestro derecho de exigir respeto.
Además irnos cuidando de la delincuencia en forma de asaltos o secuestros, también debemos de cuidarnos de comentarios sexistas.
Y esto no es nuevo, pero dejemos de acostumbrarnos.
Basta de estar en la parada del camión o esperando un taxi y escuchar que nos mandan besos, nos chiflan o nos dicen frases estúpidas para faltarnos al respeto.
En este caso, a esos señores se les olvida que yo sé dónde trabajan, porque paso diario, pero ellos no saben quién soy yo y posiblemente ni me ubiquen.
Pero, aún así, tuvieron el valor de chiflarme.
Puedo regresar acompañada de aquellas personas que podrían defenderme, mi padre, mi hermanos, mis tíos, mis primos, mis amigos o mi esposo.
Pero, la primera que quiere defenderse de esos acosos «inocentes» en la calle, soy yo.
Yo ponerles un alto, que me respeten como yo los respeto y que entiendan que eso nos merecemos todas.
¿Qué pensarían de que otros se los hicieran a sus esposas, novias, hermanas, mamás?
¡Basta! No todos los hombres ofenden así, pero aquellos que lo hacen necesitan saber que no nos seguiremos derecho, que regresaremos a pedir el mismo respeto que les damos.
¿Te ha pasado?
¡Ojo! No queremos incitarte a que te expongas, siempre cuídate y pon tu seguridad en prioridad.
Pero, si las condiciones te lo permiten, dales la cara a esos cobardes, pues lo que menos esperan es que uno regrese a decirles «Basta».
El acoso callejero o acoso en la calle sí existe, y hay trabajos en la Cámara de Diputados para que pueda ser un delito que amerite un castigo, ya sea económico o de prisión, dependiendo el caso.
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