Siempre estabas ahí para mí; en cada pelea, problema o reclamo que tenía con él, nunca me dejaste. Eras mi paño de lágrimas, la única persona que me podía consolar y que me hacía feliz…
No sé en qué momento fue, ni cómo sucedió, pero simplemente me enamoré de ti.
Probablemente todo este tiempo tú sentías lo mismo, pues te mantenías a mi lado, me cuidabas y me querías como una “amiga”.
Al principio creí que fue el calor de las copas y lo triste que estaba, que en el momento que me besaste solo podía reírme pues la situación lo ameritaba. Pero las caricias seguían aumentando, ahora era yo la que te besaba y quería que pasará algo más.
En ningún momento me sentí incómoda, al contrario, estaba feliz en tus brazos y en tu cama. Esa noche regresaba a mí la felicidad.
Después de consultarlo con la almohada esa noche fue el final de nuestra amistad y no, no quiero que pienses que ya no quiero saber de ti, ahora más que nunca te necesito en mi vida, pues he encontrado el verdadero amor.
Tú mi mejor amigo, la persona que más me conoce y me quiere.
Ahora puedo ver las cosas con claridad, he abierto los ojos y me he dado cuenta de que siempre estuve enamorada de ti, que la mayoría de mis problemas con él eran porque no eras tú, la persona con la que compartía mi vida.
Y ahora que él se ha ido, tú y yo hemos estado juntos, lo sé, te quiero y deseo estar a tu lado.
Los dos hemos pasado por tanto juntos, tanto los buenos momento como los malos, desde la traición de ella, hasta la desilusión con él.
Nos conocemos tan bien que siento que eres el amor de vida y yo soy el tuyo, pues no creo que exista alguien capaz de aguantarme como tú lo haces.
Los dos sabemos lo que queremos, alguien que nos llene de paz y tranquilidad, que nos proteja en esos días en los que todo salga mal, que sea nuestro paño de lágrimas cuando nos encontremos a la tristeza de frente y que nos apoye en nuestras decisiones.
Bueno, al menos eso es lo que creo, que sé lo que quiero y lo que quiero es a ti…
