Dicen que el amor es ciego, pues a veces no nos damos cuenta de que una persona no es para nosotras. Sin embargo cuando nos enamoramos, dejamos de ver, escuchar y prestarle atención a lo obvio.
O tal vez, no lo queremos ver, pues tenemos la esperanza de que algún día nuestros sentimientos sean correspondidos.
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Ese no fue nuestro problema, tus acciones me demostraban que me querías, estabas ahí en los momentos felices y me apoyabas incondicionalmente.
Creía que estábamos en el mismo canal, que queríamos lo mismo, pero la realidad era otra.
Yo no quise escuchar
Confundí la amistad con el amor y te comencé a ver como algo más, sin embargo, tú no dejabas de repetirlo “somos amigos”.
Aunque yo lo escuchaba, parecía que mi cerebro lo traducía a “no importa”, “pero, podemos ser algo más”, “te quiero”, “algún día estaremos juntos”.
Mi mente creía todo, menos lo obvio, que tú no correspondías mis sentimientos.
Lo peor es que decías una cosa y demostrabas otra, tú me dabas esperanzas de que esto terminaría siendo algo más.
El amor es ciego, sordo y tonto
Pareciera que a cupido, al destino o a la vida les encanta jugar con nuestras emociones, nos hace ver cosas que no existen o creer que alguien siente algo, pero en realidad no es así.
Después de verte con alguien más lo entendí. Sí, tú estabas jugando conmigo, pues me emocionabas y me hacías sentir especial.
Aunque yo tampoco quise escucharte, siempre cambiaba tus palabras a lo que mejor me conviniera o que me hiciera sentir mejor.
Ahora sé, que mi amor por ti no era ciego, era sordo y un poco tonto. Siempre esperé algo de ti, algo que sabía que no ibas a poder corresponder y aún así me aferré a eso.
Bueno, ahora entiendo a Shakira. Yo también fui una testaruda que se enamoró tontamente y que al final se quedó sin nada.
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