El despertador suena a las seis de la mañana y no nos referimos al timbre de tu alarma, sino al llanto del bebé que espera con ansias su primera mamila del día.
Te levantas aunque ya estabas despierta desde hace unos minutos y sólo disfrutabas un momento más de tu cama, porque una vez arriba, ya no hay marcha atrás.
Tienes todo preparado, polvo y agua igual a leche y silencio, pero en lugar de volver a la cama, pasas a ver a tu pequeño de tres años que por fin está superando los accidentes en la cama, te aseguras de su descanso y comienzas a darle vida a tu cocina, agua para el café para ti y tu pareja que en media hora pedirá su primera taza.
Tu pareja se va a trabajar, estará físicamente en la oficina y podrá dedicar su tiempo a procurar su trabajo y su aumento, (que sería una magnífica noticia), mientras tú te quedas en casa con el itinerario del día: baño, desayuno, juegos, pañales, comida, cuidados, mails, contratos, llamadas, envíos y avanzar en el escrito de la demanda en la que estás trabajando y por supuesto, apurarte para que en la tarde, cuando llegue tu pareja, puedas salir a toda velocidad a la cita con tu cliente.
Así que un día más preparando hot cakes o huevitos revueltos con caritas felices mientras tu mente está pensando en el artículo 123 de la Constitución. De que hay días pesados, los hay.
Porque eres de las mujeres quisieron realizarse profesionalmente y además seguir adelante con el sueño de ser mamás de tiempo completo, trabajando desde casa, coordinando citas y sacándole el mayor provecho a la palabra organización.
Lo mismo puedes pegar un botón que seguir adelante con los casos legales que te llegan por recomendación.
Sí, estás consiguiendo hacer ambas cosas al cien por ciento, y no piensas renunciar a ninguna. Estás emprendiendo tu propio negocio y a estas alturas, sea cual sea tu actividad, lo importante es que estás demostrando de lo que eres capaz; tienes la fortaleza para dormir cinco horas y mantenerte de buen humor para enseñarles canciones a tus pequeños.
Juegas a las escondidillas, te pones en cuclillas, te agachas una y otra vez para recoger sus juguetes y aunque a veces te encantaría estar menos cansada y con menos sueño, sabes que no renunciarás a tu realización profesional por dos cosas: la primera, te gusta; la segunda, la necesitas.
Te encanta que tus niños dejen vacío el plato de sopa, es una satisfacción distinta (pero a fin de cuentas satisfacción) a cuando notas que ya respondiste todos los correos pendientes y que no tienes ninguno más, al menos por hoy.
Aprovechas sus siestas para concentrarte todo lo que puedas en las actividades más ríspidas, bueno, eso después de meter una carga a la lavadora.
Y aunque de repente necesitas interrumpir una llamada con tu socio por atender a la vocecita que te pide agua, aprecias la confianza y paciencia de otras personas que incluso te han dado palabras como: «¡Te admiro!», «¡No sé cómo lo haces!», «¡Yo por eso mejor así!», y sabes que aunque no es nada fácil, con amor y ganas lo estás haciendo bien y estás orgullosa del resultado de tu esfuerzo.
¿Festivales escolares? ¡No te pierdes ninguno! Gracias a que trabajas desde casa puedes asistir a todos y cada uno de ellos, no sólo sacas las mejores fotografías con tu celular, vives esos momentos sin que te los cuente tu suegra o tu cuñada, y sí, sólo por verlos disfrazados de bailarín de mambo vale la pena todo.
No importa el negocio que estés emprendiendo, incluso si no te estás desarrollando en un ámbito profesional, pero estás haciendo todo lo posible por trabajar en algo para aportar económicamente a la casa y también te encargas de cuidar a tus hijos y atender las necesidades de tu hogar, eres un fantástico ejemplo de que cuando se quiere, se puede.
¡Estamos más que orgullosas de ti mompreneur! Y todas las mamás en todas sus formas, y de todas las empresarias y trabajadoras en todas sus formas, mamás o no. Pero todas sabemos que trabajar desde casa requiere un esfuerzo monumental y por eso… toda nuestra admiración.