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A veces los mejores padres son los que tienen al hijo con berrinches

Por el bien de ellos...

El berrinche es aprenndizaje

No siempre tengo el placer de ir de compras con mi pequeño, pero el otro día pude ir al centro comercial con mi hijo de dos años. Estábamos paseando por las tiendas y yo pensaba en lo divertido y fácil que era tener sólo un bebé. De pronto, el momento de paz se arruinó cuando escuchamos un grito agudo. Mi pequeño me miró preocupado “¿Es un niño llorando?“, me preguntó tiernamente.

A lo lejos, divisamos “El Problema”. Un niño que aparentaba tener unos 2 años de edad, estaba teniendo un berrinche, gritándole a su madre que intentaba sacarlo del coche. El pequeño lloraba, pataleaba, gritaba y pegaba patadas. Admito que me sentí gloriosamente feliz de tener un hijo que no lloraba, pero al mismo tiempo sentí lástima por la pobre madre. Se veía cansada y derrotada.

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La escuché diciéndole al niño con berrinches, “¿Por qué no puedes ser un buen chico?, ¿Viste a los otros niños?, Míralos, están sentados en sus coches tranquilos, eres el único que está llorando”.

La madre corrió afuera de la tienda, tratando de ignorar los berrinches y a todas las personas que la estaban mirando. Mientras tanto, seguía divirtiéndome de compras con mi bebé.

Al final de la jornada, era hora de recoger a mi hija mayor de preescolar. Cuando llegamos, desabroche a mi hijo de la silla del auto. Él me mostró su taza de leche de plástico. “¿La puedo llevar adentro?”, me preguntó.

Lo pensé por un segundo. Si él llevaba la taza adentro, se podría llenar de microbios y gérmenes de preescolar. Además, mi hija también me pediría leche y no tenía nada para ella. “No“, decidí. “Mejor dejémosla aquí, Volveremos en unos minutos”.

En ese momento, mi perfecto angelito decidió tener un ataque. Comenzó a gritar, llorar y tironear la estúpida taza. Las otras madres en el parque comenzaron a mirarme.

De pronto, yo era la señora con el niño llorón. Inmediatamente me sentí muy avergonzada. Resistí la tentación de pasarle la taza. Casi lo hice porque no estaba disfrutando el ser la madre del niño con los berrinches. Aún así, sabía que no podía ceder ahora, porque si lo hacía el sabría que sólo tendría que llorar para tener lo que quiere. Le quité la taza de las manos y lo saqué del asiento.

Me encantaría decir que él dejó de llorar una vez que se dio cuenta que no se la daría. Me gustaría decir que lo olvidó una vez que vio a su hermana mayor, pero no lo hizo. Mi hijo tuvo berrinches todo el camino al colegio. Todo el tiempo que estuve hablando con la maestra de mi hija. Y todo el camino de vuelta al auto.

Las otras mamás seguían mirándome de una forma juzgadora y compasiva a la vez, pero me mantuve firme. Seguro habría sido más fácil darle la taza. Él habría dejado los berrinches y no me habría avergonzado, pero le enseñé una importante lección ese día.

Él no se puede salir con la suya sólo llorando. Y yo aprendí una importante lección también. Sólo porque un niño esté teniendo un gran ataque de llanto en una tienda o en un estacionamiento, no quiere decir que los padres no tengan todo bajo control.

A veces los mejores padres son los que tienen a los hijos con berrinches.

¿Qué opinas? ¿Cómo reaccionas cuando tu hijo tiene berrinches? ¿Qué piensas de los padres que no parecen controlar las pataletas de sus hijos?

Visto en Mujer y Punto

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