Vida sólo hay una, y no debemos de desperdiciarla…
Estamos tan acostumbradas a vivir pensando en que vamos a envejecer, en ver las arrugas, las canas, y nuestra piel perder su tonificación como algo malo o indeseable, pero ya estamos cansadas de sentir presión por algo que es completamente natural.
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Es momento de ver nuestras canas, nuestras arrugas y nuestra piel como símbolo de sabiduría, ¡Sí! Como se hace en otras culturas, debemos de dejar de preocuparnos por ver que nuestro cuerpo presenta las consecuencias irremediables de vivir.
¿Y cómo podemos lograrlo?
Entendiendo la vida como algo distinto, queriendo acumular muchas arrugas, pues si fueran señal de lo bien que hemos vivido, serían motivo de enseñarse y, ¿por qué no? De presumirse.
¿Cuántos videos han circulado en redes sociales en donde se ven a «viejitas» bailando o jugando y los compartimos con gusto?
Pero a su vez, tratamos de cubrir con maquillaje las líneas de expresión, las manchitas o nos pintamos el cabello por enésima vez en la vida.
Entendamos que lo importante no es evitar lucir «grande», sino vivir cada día como si fuera el último, ganarnos a pulso cada arruga, cada cana, que cada experiencia sea una conspiración para reflejar lo que disfrutamos de la vida.
Seamos más agradecidas con la vida, veamos más lo que ganamos que lo que perdemos, cambiemos de actitus nosotras mismas y enseñémosle a nuestros hijas e hijos a percibir la vida con lo que viene, años de experiencia y momentos memorables que dejan huella en nuestro cuerpo.
Enseñémosle a cuidar de su salud, de su alma, de su mente y a dejar que el empaque de todo eso, es decir, su cuerpo, envejezca con dignidad y sobre todo, con felicidad.
Disfruta cada día como si fuera el último, que nada ni nadie te detenga.
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