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Quien se lleva bien con sus ex aprendió mucho del amor…

¿Las personas cambian?

¿Te ha pasado?

Hace unos años me encontré con la persona que me rompió el corazón en mil pedazos, fragmentos que el tiempo me ayudó a unir y sanar.

Al volverlo a ver entendí muchas cosas, confirmé que siempre será un recuerdo importante con el que tendría que aprender a vivir.

A pesar de que no terminamos bien, sentí la necesidad de saludarlo, fue inevitable no sonreír al verlo, todas las cicatrices que me dejó, desaparecieron por verlo bien, entero, ver su existencia.

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No lo veía desde hace años, 4 por poner un número y estar cerca de él me dejó un bombardeo de recuerdos, no lo puedo negar.

Fue un buen gesto que él también me saludara, sonreímos y comenzamos a platicar…

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Mientras lo observaba al hablar reconocí lo que siempre me encantó de él, pero mientras más lo REconocía, más confirmaba que nuestros caminos debían estar separados, que él no era para mí.

En mi interior la alegría celebraba verlo después de mucho de no saber de él, pero muchas certezas me invadieron, lo mejor para ambos fue terminar y yo estaba mejor que nunca.

Decidimos ir a cenar, fue un momento agradable, recordamos viajes y experiencias, nos pusimos al tanto en cuestiones de trabajo y familia, hablamos de que ambos estábamos solteros y de lo mucho que nos amamos en el pasado. Así, con esas palabras… Pero no nos dio tiempo de platicar acerca de lo que SÍ se quedó pendiente, de ese rompimiento que nos cambió la vida.

Se me hizo fácil decirle que nos intercambiáramos números para tomarnos un café y platicar, le expliqué:
«Tú fuiste alguien muy importante en mi vida y sé que no podemos ser los mejores amigos, pero por todo lo que vivimos me gustaría que hubiera un mejor sabor de boca después de todo lo que pasó, ojalá nos veamos otro día para platicar de todo lo pendiente».

Su sonrisa se esfumó…

«Creo que no, me parece que sigues siendo la misma y que yo volvería a lastimarte», respondió.

Entonces me di cuenta una vez más que su ego era un problema, pues a estas alturas de la vida él volvió interpretar que mis intenciones eran para volver a estar juntos, cuando lo único que buscaba era limar asperezas, era trata de cerrar «bien» lo que en algún momento de nuestras vidas fue importante.

Yo seguí sonriendo porque estaba feliz por mí, porque me di cuenta del maravilloso corazón que tengo, que a pesar de los problemas que hubo y lo mucho que me lastimó estuve dispuesta a ofrecer mi amistad, tuve el valor de perdonar.

Yo no lo buscaba como pareja, ¡vaya! De eso tuve suficiente y no me quedaron ganas de repetirlo pero inocentemente pensé que podríamos cerrar de una manera más amable un capítulo de nuestras vidas…

Pasamos por tantas cosas que pensé que valdría la pena una despedida más memorable, en honor a las cosas buenas que tuvimos…

Él pensó que yo volvería a enamorarme de él y no pudo estar más equivocado.

«Está bien, si así lo quieres».

Entonces comprendí que hay despedidas que tienen que ser así, adioses definitivos lejanos de buenas costumbres e intenciones.

Quizá tiene razón en algo…

Yo sigo siendo la misma, soy la misma mujer que cree en los buenos sentimientos, pero lo que él no notó es que yo ya no quería lo mismo que hace años, no quería (ni quiero) nada de lo que él me pudiera ofrecer.

Le sigo deseando lo mejor del mundo, yo me ocupo de mi vida pero tengo muy claro que quien se lleva bien con sus ex aprendió mucho del amor…

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