Para empezar a plantear el tema en el sentido emocional que en la vida real es el que se palpa, queremos compartirte unos numeritos bastante interesantes…
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En nuestro país, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en el 2015, se registraron 558 mil 18 matrimonios, en 2014, 577 mil 713, en 2013 fueron 583 mil 264 y en 2012, 585 mil 434.
Es decir, cada año son menos las parejas que deciden casarse y sí, como seguramente lo has leído, cada año aumentan las estadísticas de divorcios.
Según cifras de la misma institución, en la década de los 80 había 4 divorcios por cada 100 matrimonios; para la década de los 90 la cifra se elevó a poco más de 7 divorcios, para 2010 eran 15 divorcios por cada 100 matrimonios, para el 2013 la cifra llegó a casi 19 divorcios por cada 100 matrimonios, en resumen, el 2015 se cerró con 123 mil 883 divorcios, estaríamos hablando de poco más de 22 divorcios por matrimonios celebrados.
¿Qué es lo que está pasando para que esto suceda?
Hay muchos factores que intervienen en que las parejas estén dejando de ver al matrimonio como la forma para estar felices y unidos, pues las condiciones económicas o los intereses personales, han cambiado las preferencias de las parejas y algunos deciden que es mejor vivir juntos sin el compromiso de casarse o vivir por separado y llevar una relación bonita sin la rutina de compartir el hogar.
Si a esto le sumamos que las parejas que se casan cada vez lo hacen con mayor edad y que somos una generación que encuentra en casa de sus padres un espacio bastante común para vivir los treintas… estamos ante una situación más interesante aún, el matrimonio no es una prioridad, como lo era antes, la prioridad de hoy es el amor, y pensamos que no necesariamente el de pareja.
La amistad es una forma de amor, ¿quién no ama a sus amigos? ¿quién no va a amar a esa persona que estuvo contigo en tu peor versión, cuando ni tu solita te aguantabas? Sí, los verdaderos amigos sí demuestran un amor incondicional, un amor irrompible y racional con un toque (o mucha) locura.
Las relaciones amorosas nos llenan de recuerdos hasta que aparece la persona indicada o al menos, una relación estable, pero en lo que eso pasa, nos adentramos en un camino de altas y bajas; riesgos; aprendizajes; experiencias; corazones llenos, rotos, sanados; se hacen recuerdos y se instalan en el pasado, pero quienes realmente se quedan y soportan las emociones de nuestro corazón, son las y los amigos.
Por eso, cada vez es más común acurrucarnos en la amistad y sentirnos felices, sin los altibajos de las relaciones amorosas, acumulando complicidad y buenos recuerdos.
Es obvio que jamás podrán ser equivalentes ni sustituirse el uno al otro, el amor y la amistad son 2 afectos tan grandes, de un valor incalculable que no se puede pensar en que son lo mismo, pero es un hecho de que no se puede tener uno sin el otro.
Basta recordar la frase de Antonio Gala, «el amor perfecto es una amistad con momentos eróticos» para entender la importancia de la amistad en el amor, y por supuesto, si tienes una mejor amiga sabes cómo se puede amar a ésa persona con la que sin necesidad de una atracción física y sexual, sientes que puede ser tú misma con su compañía, hablar de todo y de nada, contar tu peores chistes, a la que le quieres compartirle tus planes y sueños.
Y así, ante las inestabilidades del amor, la amistad siempre está ahí, fiel, total, pura e incondicional, escuchándote y leyéndote del otro lado del teléfono, pendiente de tus días y de cómo te encuentras, acompañándote a las bodas de tus amigos, motivándote a hacer el viaje a la playa que tanto deseas, animándote a cambiar de trabajo porque el que tienes no te hace feliz, aceptándote como eres y amándote por ser tú.
