Desde que te perdí mi vida no es la misma… ¡Y qué bueno!
Dejarte fue lo mejor que me pudo pasar, encontré lo que había estado extrañando sin saber que me hacía falta, mi paz, mi tranquilidad, mi felicidad.
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No puedo dudar que significaste mucho para mí, entraste por mis ojos hasta llegar a mi corazón, tu olor es uno de los placeres más sencillos de la vida.
Tus besos fueron fuego y mi cuerpo el molde perfecto que se derretía a tu tacto.
No puedo negarlo, me encantabas, estaba enamorada de ti, eras lo más cercano a lo que siempre había pedido, pero…
¡Todo llegó a su fin!
Me enseñaste otro lado de ti, el lado oscuro de la luna, esa parte que te hace tan odiable como encantador y qué crees, que yo no soy mujer que nació para aguantar.
Así como me gustaste te abrí la puerta para salir de mi vida.
Tampoco soy de esas mujeres que convencen para que las amen, a mí me aman porque les nace y si no es así, no hay problema, ya llegará quien me aprecie de verdad.
Entonces, podrás estar muy bueno y todo, pero me gusta mi vida como es y no permitiré que llegue alguien como tú y pretenda ponerme de cabeza. ¡Si ni mi madre pudo controlarme!
Me tardé un poco en abrir los ojos pero una vez que lo hice, lo hice para no volver a cerrarlos y mostrarte el camino de salida.
Y, desde que te fuiste me recuperé, me puse rubor en las mejillas y volví a sonreír con toda la admiración que puedo tenerme por dejarte ir.
Por sugerirte que estarías mejor sin mí pues yo ya no te quería conmigo, mujeres valientes y decididas nos llaman, aquellas que no tenemos miedo al futuro pues nos encargamos de limpiar nuestro presente y eso sólo puede atraer cosas buenas, ¿no?
En fin, no escribo esto porque me duelas, lo comparto porque sé que al igual que yo, hay muchas mujeres celebrando que dejar ir a patanes que no aportan nada a nuestra vida.
Adiós, vete lejos y no se te ocurra regresar.
