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Esta es la razón por la que decidí dejar de preocuparme por mi peso

Algo que las generaciones jóvenes deben de entender...

¡No a los complejos!

Nunca he sido delgada, y aunque tampoco tengo sobrepeso, desde niña he estado un poco más arriba de mi «peso recomendado».

Estoy pasando los 30 años y ayer escuché la conversación de una chicas de secundaria que me dejó estupefacta…

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Las 2 chicas iban platicando acerca de su apariencia, su uniforme de secundaria confirma mi teoría: ninguna rebasa los 16 años, pero el juicio que ya se tenían de ellas mismas era impresionante.

Una le decía a la otra que ya iba a ponerse a dieta porque estaba subiendo de peso, la otra le contestó tratando de aligerar la situación, «ya vas a empezar».

Para ser honesta el caso me generó curiosidad, las chicas lucían, a mi parecer, saludables, ni en un extremo delgadas ni con obesidad.

La chica que se planteaba la dieta, agregó que le daba miedo dejar de ser talla 7.

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Recordé que hace más de 15 años, cuando yo tenía su edad, me encontré en un conflicto similar…

Mi hermana mayor, (más grande por 4 años) siempre ha sido más delgada y aunque es más bajita que yo, siempre ha sido más acinturada y caderona, cuerpo reloj de arena.

En mi adolescencia las comparaciones entre ella y yo fueron inevitables, que si ella era más delgada, que si yo estaba «llenita», que si yo tenía que ponerme a dieta y ella no, cosas así.

Pero hubo un acontecimiento que me hizo el favor de abrirme los ojos y el corazón. Una persona, llegó a comentar en modo de chiste que la mujer perfecta se podría formar entre mi hermana y yo: tendría el cuerpo de mi hermana y mi rostro.

Yo, a mis 15 años, sentí ese comentario como una cubetada de agua fría, era una forma de descalificar mi cuerpo, fue un comentario hiriente en el que no me permití hundirme.

Por supuesto, me dolió, recuerdo que me costó un tiempo asimilarlo y superar esa crítica que resaltaba mi rostro como mi mejor «atributo».

Antes de escuchar eso yo nunca me sentí gorda, amaba mi cuerpo que me permitía encestar canastas en juegos de basquetbol, tenía uno que otro pretendiente y me podría bañar con facilidad.

Si en algún momento pude clavarme en el discurso de ser flaca como sinónimo de belleza, pudo ser ahí, pude volverme anoréxica, bulímica o simplemente, ponerme a dieta a los 15 años.

Pero no, pensé que no tenía que hacerlo, que mientras yo me viera al espejo y me gustara lo que viera, no me importarían los kilos que indicara la báscula.

Hoy soy el tipo de mujer que quiere disfrutar la vida con coherencia, poder cenar unos tacos con mi pareja sin tener que reprochármelos 15 minutos después, me cuido a medida de que los años avanzan y mi metabolismo se hace más lento, por supuesto la madurez me va aconsejando evitar ciertos excesos por mi bien a futuro, pero para mí la salud, incluye llevarme bien conmigo mentalmente y estar constantemente restringiéndome de cosas por subir de peso, sería desgastante.

Quiero aclarar esto lo suficiente: No me descuido, no me dejo engordar, no como donas con refresco, No estoy en el otro extremo, sólo trato de comer equilibradamente, hacer ejercicio y echar mi buena vibra en todo lo que está en mis manos.
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¿Por qué vivir con miedo a las tallas? ¿Por qué pensar que una talla va a limitar la belleza? ¿Por qué debería de estar en mi contra por mi complexión? Llevo 30 años con este cuerpo, claro que lo cuido porque quiero que me responda mínimo otros 30, pero no permitiría que una de mis hijas tenga miedo de subir de talla, sobre todo si luce sana.

Si eres delgada y así te amas, te felicito, de eso se trata. Si eres curvilínea como yo, ámate, cuídate. Siempre, independientemente de nuestro peso, estaremos expuestas a la crítica, por eso lo más importante es estar bien con nosotras mismas.

Estoy en contra de no aceptarnos, de no amarnos. Estoy a favor de sentirnos bien y cuidarnos, pero también cuidarnos de los extremos, de la obsesión, del odio a nosotras mismas.

¿Tú qué opinas?

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